Por cuarto año consecutivo las gentes de la Sierra Norte de Guadalajara nos hemos citado en La Miñosa para celebrar lo que llamamos “Espora”. El 19 de septiembre, asomando ya el otoño, disfrutamos de un día plácido y soleado, preñado de reflexiones y repleto de actos lúdicos, festivos y gastronómicos surgidos de iniciativas locales y autogestionadas. Un par de meses antes habíamos colaborado conjuntamente en la elaboración de la cerveza que íbamos a tomar. Quien mas, quien menos habíamos preparamos algo para compartir a la hora de la comida, y todos arrimamos el hombro para montar y organizar el evento.
Los motivos de “Espora” siguen siendo los mismos que lo engendraron hace más de un lustro: crear un foro que nos sirva de antena y altavoz, y que nos impela a compartir, cooperar, comprender, aprender, conocer, disfrutar, informar, formar, integrar, ofrecer, participar, proponer…; a ayudarnos mutuamente en la cotidianeidad y en la consecucición de un futuro estable y saludable para nuestras vidas, las de nuestros hijos, las de los hijos de nuestros hijos…
Dentro de este contexto, en la Asamblea de la mañana se planteó la dicotomía, el profundo abismo, que se ha instalado entre el campo y la ciudad; entre la cultura esencial y la cultura virtual. Muchos de los que vivimos aquí, en el mundo rural, nos preguntamos porqué no hay más gente que tome la decisión de cambiar el agobio y las prisas por una vida mas sosegada, más autogestionada, más libre en definitiva. Los que viven en la ciudad se preguntan cómo hacerlo y porqué no se les facilita el tránsito. Hubo opiniones para todos los gustos pero lo que parece claro es que se ha creado una barrera cultural (y, por lo tanto, vital) dificilmente franqueable para los urbanitas, ubicados en un mundo cargado de olvidos y desarraigo. Una fractura que, por otra parte, nos pasa factura a través de la despoblación, la estacionalidad o la merma de servicios básicos en las zonas rurales.
Muchos de los que vivimos hogaño en estas tierras estamos haciendo el camino de vuelta. Hemos nacido y vivido en la ciudad, nos hemos empachado de lo urbano y nos hemos dado cuenta de que el discurso de la gran urbe concluye en vía muerta. Hemos venido con la idea de revertir esa tendencia; o, al menos, de reciclarnos y mirarnos en espejos más reconocibles desde la perspectiva del ser humano. Espora es uno de esos espejos en que nos miramos de vez en cuando, al menos una vez al año, para ver si seguimos sanos, si nuestros caminos son ciertos; si la lucha contra corriente, la perseverancia y el esfuerzo consiguen fertilizar el desierto.
Poco a poco, nos vamos desbrozando, deshaciéndonos de algunos lastres. En esta ocasión hemos avanzado notablemente en uno de los principios básicos de Asamblea Unión de Pela, promotora del evento: la autogestión. Frente a ediciones anteriores en las que habíamos caido mas de la cuenta en trampas mercantilistas como ofrecer menús a tal precio o bebidas y licores industriales comprados a intermediarios de intermediarios, decidimos profundizar en la postura de Juan Palomo: “yo me lo guiso, yo me lo como”, y ofrecernos únicamente cosas hechas por nosotros o elaboradas artesanalmente dentro de nuestro ámbito.
Así, la cerveza artesana tenía el sello de Ujados; el vino y el aguardiente, de producción ecológica, llegaron de Villalba del Rey; el pacharán de Atienza; la limonada con frutas naturales y agua de manantial de Cañamares y La Olmeda; las verduras y hortalizas de Cinco Villas; quesos de Santamera; mermeladas y galletas de espelta de Ures y Riosalido, delicias vegetarianas de Camarma de Esteruelas, postres de Mariví (La Miñosa), jabones y otras artesanías de Ujados, cremas ecológicas de Sigüenza, gorros confeccionados con fibras naturales de Albendiego y música a cargo de los seguntinos “Kostra de RaTa”. También llegaron quesos y jamomes de la vecina Cuenca, que no está tan lejos; y los números de malabares y magia del Foro, porque ella viene de donde quiere.
Este planteamiento libre y abierto, en el que todos se han ofrecido y nadie ha pedido nada, nos ha librado de no pocas cavilaciones y ha generado también un mayor beneficio económico, que ha ido a parar a la caja de resistencia que desde hace años gestiona Asamblea Unión de Pela para casos de necesidad entre los vecinos de la comarca. Una de las cosas que más ha sorprendido es el éxito de la “tienda gratis”. Uno de los puestos del mercadillo ofrecía, totalmente gratis, diversos artículos, principalmente prendas de vestir y libros. Cada quién podía llevarse lo que quisiera sin más explicaciones. A un lado había un bote en el que, al final de la jornada, aparecieron más de setenta euros. Felicidades y gracias a todos.
El año que viene mas; y mejor.
Juan de Ures
Asamblea Unión de Pela