Hace ya tiempo que San Xivín anidó entre nosotros. Parece hallarse en su salsa custodiando desde lo alto los cerros de Santamera, amparo del buen rebaño y las buenas viandas; tal y como pudo comprobar la concurrencia que se acercó a los puestos donde se ofrecían ricos productos locales y artesanos: queso, miel, vino, aguardiente, nueces, jabones, así como un buen surtido de abalorios.
Como cada año por estas fechas, en esta ocasión el 14 de diciembre, San Xivín se nos materializa en textura y forma. Esta vez lo hizo mutado en humeante dragón chino y barbado. El 14 de diciembre abandonó su montaraz cubil para inmolarse entre nosotros, mortales, en el seno de la hoguera que todo lo purifica. Como es costumbre, se cantaron sus alabanzas, se recitaron jaculatorias, se le rogaron buenas cosechas y partos, se le imploró de todo antes de celebrar su anual venida con el canto, la música y la danza hasta bien entrada la madrugada.