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Es una historia conocida; Alejandría, finales del siglo IV y principios del V. Una mujer de mediana edad, filósofa, matemática y astrónoma, maestra de numerosos alumnos tanto cristianos como paganos, que la respetaban y admiraban, deseosos de aprender y responder a las preguntas que el hombre se hizo desde el origen de los tiempos. Su vida rayaba en el ascetismo, manteniéndose virgen durante toda su vida que había dedicado por entero al pensamiento e investigación. En el año 415 fue asesinada por un grupo de fanáticos cristianos que le dieron una muerte brutal: fue golpeada y arrastrada por la ciudad y llevada a un antiguo templo romano y allí fue salvajemente macerada con piedras hasta ser descuartizada; la multitud asesina arrastró sus restos por la ciudad nuevamente hasta que les prendieron fuego. Ella era pagana, se llamaba Hipatia y fue una de las más brillantes pensadoras de aquella época. ¿Motivo de este escalofriante suceso? Tan sólo su condición de no cristiana y verse envuelta sin razón alguna en la lucha por el poder entre el prefecto de la ciudad, Orestes, un cristiano que había intentado proteger a la comunidad judía, y el patriarca Cirilo, un fanático y cruel perseguidor de todo aquello que no estuviera engullido en la por entonces nueva religión del imperio. Esta historia fue llevada al cine por Alejandro Amenábar en su premiada producción Ágora. Y de esta historia y de muchas más nos habla este espléndido y demoledor ensayo de la periodista británica Catherine Nixey dedicado a la algo más que agresiva implantación del cristianismo en el imperio romano tras el Edicto de Milán del emperador Constantino, en que permitió la religión cristiana dentro de sus dominios. Nos dice cómo fue que, conviviendo en un principio con el resto de las religiones existentes en aquel mundo (judaísmo, paganismo...), poco a poco sobrevino la intransigencia propia de la que se consideraba como la única verdadera religión para acabar imponiéndose en la sociedad por las buenas... y por las malas. De esta forma desaparecieron obras de arte, estatuas, mosaicos, templos, edificios, etc., que fueron reducidos a basura por representar una aberrante forma de pensamiento que debía ser extirpada definitivamente de la comunidad. Y esta fue obra llevada a cabo por excelsos personajes, alguno de los cuales es venerado como santo en el seno de la Iglesia, y por el populacho fanático e inculto siguiendo las arengas y pronunciamientos de los más diversos personajes con prédica que por allí pasaban... Estamos ante un espeluznante relato de cómo se impuso la religión cristiana en el mundo occidental y oriente medio que habían estado bajo la férula romana durante siglos. Así como al ser legalizada la religión fue recibida de forma generosa por el imperio, la intransigencia, intolerancia y violencia que mostraron sus seguidores aniquiló de forma vandálica un mundo, el clásico, que no volvería a ver la luz hasta muchos años después.   

 

Ediciones de La Plazuela - El Afilador

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