Monturiol, un genio utópico (primera parte)
Prácticamente especular a la de Cosme García Saénz, la figura de Narcís Monturiol i Estarriol (1819-1885) es la de un burgués, universitario, socialista utópico de la época del Romanticismo, periodista, empresario de ideas geniales que se rodea de técnicos que las desarrollan, buen comunicador y muy popular.
Nació en Figueras, hijo de un botero (un tonelero, diríamos hoy), estudió bachillerato y los primeros años de Universidad en Cervera, y posteriormente Derecho en Barcelona, donde se une a grupos radicales seguidores de Étienne Cabet. Exiliado a Perpiñán y luego amnistiado, intenta infructuosamente licenciarse en Derecho en Madrid.
Cercano a un comunismo utópico primitivo, va ascendiendo desde redactor hasta editor de revistas propagandistas comunales como El Republicano, La Madre de Familia, La Fraternidad o El Padre de familia. Participa como capitán de la 1ª Compañía de la Milicia Nacional de Figueras en la Jamancia, revuelta liberal que reprime el general Prim. Pero no es de sus ideas y peripecias políticas juveniles de las que venimos a hablar aquí.
En uno de sus repliegues bien por razones políticas en Figueras, bien por la prohibición gubernativa de editar por la que se recluye en Cadaqués, se encuentra en un paseo al cercano Cabo de Creus con el ahogamiento de un recolector de coral. Según dice, la impresión que sufre le inspira el concepto de una nave submarina destinada a esa actividad. En 1858, sus ideas se plasman en una memoria sobre la navegación submarina y en la creación de una empresa con otros socios, amigos y conocidos de Figueras y Barcelona, para el desarrollo y construcción de un submarino.
Reproducción del primer Ictíneo realizada en 1992 por Enginyería Raventós, actualmente en el Museu Maritim de Barcelona.
El Ictíneo, se construye en la fábrica Nuevo Vulcano de Barcelona y es botado el 28 de junio de 1859 en el muelle viejo del Puerto de Barcelona. Tenía 7 m de eslora; 2,5 de manga y 3,5 de altura. Estaba construido en madera de olivo y roble, con refuerzos de cobre, y mostraba forma de pez. Admitía una tripulación máxima de 6 personas, aunque solo se embarcaron 5: un capitán-timonel y 4 marineros que movían la hélice trasera manualmente.
Su diseño tenía características primitivas para la época, como la construcción en madera, que presenta siempre problemas de estanqueidad y es incapaz de soportar grandes presiones (recordemos que el casco de Cosme Garcia era de hierro). La forma inspirada en los peces era adecuada para la navegación sumergida, pero no para la de superficie, como ya sabía Cosme García, pues en esa época la técnica no permitía largas inmersiones. La iluminación interior se conseguía con velas, que consumían el oxígeno; y la exterior, para los trabajos de recogida del coral, con luz oxhídrica (luz muy intensa que se consigue proyectando una llama de óxido de hidrógeno sobre cal viva, era muy utilizada en los teatros de la época para hacer foco sobre un actor), lo que significaba un alto riesgo.
Sin embargo, también presentaba innovaciones interesantes como el casco doble. La inmersión se conseguía inundando de agua unos tanques situados en el espacio entre los dos cascos, e ideó para la emersión un sistema de expulsión del agua que favorecía el movimiento (llamado vejigas natatorias), y que no llegaron a funcionar en este prototipo.
La presentación del submarino en Barcelona fue un éxito de público, gracias a su conocimiento del mundillo periodístico local. En una de las sucesivas demostraciones consiguió, incluso, la presencia del presidente del Gobierno, el general Leopoldo O’Donnell, en representación de Isabel II.
Trasladado el Ictíneo a Alicante por un vapor de la Armada, se hacen las pruebas oficiales el 7 de mayo de 1861. Inmediatamente Monturiol mueve sus contactos para intentar conseguir una subvención del Gobierno de España, y se le concede que el submarino definitivo sea construido en uno de los arsenales de la Armada.
En diciembre de ese año, se entrevista con el ministro de Marina, general Juan de Zavala, y le entrega un memorándum con un fantasioso diseño previo de una serie de Ictíneos de Guerra, el menor de ellos, de 1.057 toneladas y una tripulación de 50 hombres; y el mayor de 4.000 toneladas y capacidad para 250 hombres (necesarios para mover las hélices a mano a una velocidad suficiente para huir de los barcos de superficie), y ambos con un motor de vapor para la navegación en superficie, no descrita en el informe.
En este documento Narcís llega a afirmar que la madera es más resistente a la presión que el acero, que tiene resuelto un método para que el Ictíneo respire como un pez, extrayendo el oxígeno disuelto en el agua, y propone unos fantásticos cañones curvos en ángulo recto, para poder girarlos y cargarlos en avancarga desde el interior de la nave. El ministerio, sensatamente, rechaza la idea de construir uno de sus submarinos.
En aquel momento, Narcís Monturiol era un personaje muy popular en España y tenía el respaldo de muchas instituciones y de figuras técnicas y militares del país. Sin embargo, carente de financiación, la negativa gubernamental no le permitía proseguir sus diseños. ¿Qué hará nuestro hombre? ¿Cómo superará este revés? Tendremos que aguantar nuestra curiosidad hasta el siguiente artículo.