Cosme García, el primer submarino efectivo español
Los especialistas en armas antiguas conocen desde hace tiempo unos novedosos fusiles españoles de la segunda mitad del siglo XIX denominados “Fusiles García Sáenz”; los numismáticos españoles tienen en gran aprecio las cartas antiguas marcadas con el “Sello García”, que se estampaba con una máquina fechadora que funcionó entre 1856 y 1876 en muchas estafetas españolas; y los historiadores navales han sentido siempre gran admiración por el primer submarino construido y probado en España (ca. 1857), el “Cosme García”. Hasta hace pocos años, la falta de comunicación entre especialidades había impedido comprender que todos esos inventos se debían a una sola persona, el riojano Cosme García Saénz.
Nació Cosme en Logroño en el año de 1818, hijo de Andrés García, artesano carpintero, más tarde guitarrero y soldado de la Milicia Urbana Nacional (liberales voluntarios defensores de las libertades ante las frecuentes asonadas Carlistas). Andrés falleció, seguramente en una escaramuza bélica, cuando Cosme no tenía más de 15 años de edad, y este tuvo que hacerse cargo de la familia formada por su madre y su hermano pequeño.
Aunque nuestro inventor no tuvo más formación que la básica, inquieto y despierto, adquirió una formación empírica importante en los oficios que desempeñó a lo largo de su vida. Ayudaba en el taller de guitarras y bandurrias de su padre, fue aprendiz de relojero y después tornero experto. A los 18 años fue aceptado en el mismo batallón al que perteneció su padre y aún servía su abuelo. Fue corneta de la Compañía de Cazadores, y seguramente ejerció de aprendiz de armero. Más adelante fue grabador de metales y pudo colaborar en la revista liberal El Zurrón del Pobre de Logroño.
Alrededor de 1853 emigra a Madrid con su mujer y sus cuatro hijos y allí le sorprende la Revolución de 1854 que da inicio al Bienio Liberal. Cosme, liberal hasta la médula, es nombrado Gerente de la Imprenta Nacional.
El cargo le dura lo que un cambio de ministro y debe buscar cómo dar de comer a su familia. Haciendo acopio de todas sus experiencias, el 16 de mayo de 1856 patenta tres ingenios claramente relacionados con sus oficios anteriores: la Escopeta Relámpago, un novedoso fusil de retrocarga (entonces los fusiles eran de avancarga); la Máquina Tipográfica sin Cintas, una pequeña imprenta transportable de tipos móviles y una Máquina para Toda Clase de Timbres de Tinta.
El Ejército consideró extremadamente peligroso un cartucho que contuviera la pólvora y el fulminante juntos, lo que precisamente es el sistema actual. La imprenta permitía la autoedición; aunque solo se construyeron cuatro ejemplares.
No obstante, su ingenio se vio recompensado por el éxito, pues su máquina de timbres fue contratada por el incipiente Servicio de Correos para marcar la fecha de la llegada de las cartas a las estafetas. Vendió más de 250 máquinas y se hizo con un capital. El taller de Cosme montaría las máquinas; pero las piezas, de acero de calidad, tuvo que encargarlas en el extranjero, pues no había en aquella España talleres que le dieran la precisión necesaria.
Este contrato lo llevó por toda España instalando y reparando las máquinas. En uno de sus viajes a Barcelona vio por primera vez el mar e inmediatamente quiso visitar sus profundidades.
Croquis del prototipo del primer submarino de Cosme García. Imagen: Ricardo Montalvo.
Diseña entonces el prototipo de un submarino y encarga a la empresa barcelonesa la Maquinista Terrestre y Marítima su construcción. Este navío es el primer submarino del mundo construido completamente de hierro, medía 3 m de eslora; 1,5 de manga y 1,6 de altura. Entre 1857 y 1858 lo prueba en el Puerto de Barcelona bajo el Castillo de Montjuic y, con la validación práctica del concepto técnico (este proceder ya es en sí una novedad para la época), diseña en unos meses su sumergible, que construye la misma empresa catalana.
Tras unos ensayos previos en el Puerto de Barcelona, en julio de 1859 traslada el buque al Puerto de Alicante, donde realiza unas pruebas exhaustivas y, por fin, solicita la patente de su ingenio que le conceden el 8 de mayo de 1860.
Esta nave, llamada Garcibuzo, tenía 5,5 m de eslora; 1,75 de manga y 2,25 de altura, estaba impulsada por una hélice accionada por un volante de inercia alimentado a mano; y, para cambiar de dirección en superficie contaba con un timón de codaste, y sumergido, de dos remos. La inmersión se realizaba inundando dos tanques de agua que se vaciaban para emerger con una bomba y disponía de un lastre de seguridad para emersiones de emergencia.
Presentaba algunas novedades como la apuesta por el metal, la torreta superior más alta hasta ese momento, timones de profundidad a proa para dirigir los movimientos verticales, y el abandono de la estructura en forma de pez, adoptando un diseño semejante al de un barco de vapor. Cosme comprende que un submarino pasará más tiempo en superficie que sumergido (es, por tanto, un barco sumergible), lo que fue norma hasta después de la Primera Guerra Mundial.
Tras el éxito de su presentación se entrevista con Isabel II. Con la excusa de la cortedad de los fondos como resultado de la Guerra de África, en un momento de inversión para la renovación de la flota, le deniegan el encargo. Parte a Francia donde patenta su Garcibuzo y llega a ofrecérselo a la Armada Francesa, pero estos prefieren financiar un submarino francés, el Plonguer, que, tras varios millones de francos invertidos, resultó ser un fracaso.
Tuvo un último y pequeño éxito con la tercera versión de su fusil de retrocarga; pero Cosme García murió en 1874 en Madrid a los 55 años de edad, totalmente arruinado, en la más absoluta miseria, con la sola ayuda de algún dinero que le procuró el Marqués de Salamanca y las limosnas que conseguía su hijo en las calles de Madrid.
Para saber más: Rodríguez González, Agustín Ramón. Pioneros españoles del submarino. Gallan Books, 2015.