En el Museo del Prado se encuentra una de las obras maestras de Goya: Duelo a garrotazos o La riña. En este lienzo dos hombres se enfrentan garrote en ristre enterrados hasta las rodillas: imposible huir, imposible retroceder... es matar o morir.
Esta obra se ha tomado como paradigma del carácter español. Fuera de España se presentó como una costumbre ancestral de nuestros rústicos; y en el propio país, como arquetipo del espíritu cainita del pueblo hispano. En esta misma línea, algunos han querido advertir una visión premonitoria de la Guerra Civil del 36.
La génesis de este cuadro es bastante interesante. Goya pintó entre 14 y 16 óleos al secco (técnica que aplica óleo sobre el yeso de una pared seca), sobre las paredes de dos habitaciones de la Quinta del Sordo entre 1819 y 1823. Allí quedaron, en manos de su nieto tras la salida del país del maestro huyendo de los Cien Mil Hijos de San Luis que reinstauraron la monarquía absoluta acabando con el Trienio Liberal. Estas obras son conocidas como las Pinturas Negras y constituyen el origen de la pintura moderna europea.
Izquierda, detalle del lienzo en el Museo del Prado. Derecha, detalle de la fotografía de Jean Laurent de una pared de la Quinta del Sordo (1874).
La casa cambió de manos y su nuevo propietario, el banquero francés barón Émile d’Erlanger, decidió en 1874 trasladar las pinturas a unos lienzos para poder venderlas en su país como cuadros. Encargó al restaurador Salvador Martínez Cubells el trabajo, que utilizó una técnica muy complicada (llamada strappo). Es esta una práctica agresiva: se adhiere un lienzo al óleo de la pared mediante un pegamento, después se arranca el lienzo junto con el óleo, se vuelve a fijar a un lienzo definitivo y mediante disolventes se elimina el pegamento. En este proceso se pierden inevitablemente partes de la obra original que no se desprenden bien de la pared o no se fijan correctamente al soporte final.
Los lienzos no tuvieron mucha acogida en Francia, por lo que el barón terminó por regalarlos al Estado español y recalaron en el Museo del Prado, donde se pueden admirar hoy.
De los óleos originales que se encontraban en las paredes de la quinta dan fe dos testigos directos, por cierto franceses también. El escritor y viajero Charles Yriarte, de familia originaria española, visitó la quinta y describió sus pinturas. Refirió la que nos ocupa como dos villanos luchando con garrotes sobre la hierba. De enterrados hasta las rodillas no dice absolutamente nada.
¡Cuántas veces creemos lo que dicen nuestros ojos, sin pararnos a pensar que la realidad puede ser otra!
Uno de los pioneros de la fotografía española, Jean Laurent, francés que desarrolló su larga carrera profesional en España, del que se conservan miles de fotografías de ciudades, paisajes, actividades, retratos... fotografió en 1874 las pinturas de la quinta del genial pintor, antes de la extracción de Martínez Cubells. Lo que podemos ver en esas viejas fotografías son unas pinturas ya bastante maltratadas, con grietas y desconchones. En la que reproduce la imagen que nos ocupa, se observan dos villanos peleando con garrotes sobre la hierba, con sus piernas completas y los pies ocultos por los tallos de las plantas.
¿De dónde viene está contradicción? Lo que ocurrió es que al arrancar la pintura de la pared, Martínez Cubells perdió la parte inferior, seguramente ya muy deteriorada, y en vez de reconstruirla tal cual era, la cortó y terminó el lienzo con un color ocre que parece arena.
De este arreglo del restaurador nace una leyenda sin fundamento. ¡Cuántas veces creemos lo que dicen nuestros ojos, sin pararnos a pensar que la realidad puede ser otra!
En cuanto a la interpretación de las figuras del cuadro, no hay constancia de que existiera la costumbre de los duelos a garrotazos. Algunos se aventuran a suponer que si los nobles tenían sus duelos, los villanos tendrían los suyos. En estas condiciones, no sabemos si la obra de Goya representa una riña que presenció él mismo, alguna pugna dela que oyó hablar o una alegoría de la situación política. En ningún caso puede ser una profecía de la Guerra Civil que sucedería más de un siglo después, y a Goya no se le conocen pretensiones de adivino.
De la categorización de nuestro pueblo rural o de la disposición racial de los españoles a la violencia no hay noticia. Así se crean los mitos: prejuicios edificados sobre la falta de pensamiento crítico con omisión de comprobación.