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Alexis Revelo, este cuarentón grancanario, tiene a sus espaldas una meritoria gama de títulos que responden a un buen hacer literario. Segundas personas y Ceremonias de interior constituyen ambos unos interesantes volúmenes de relatos, el segundo de ellos de carácter fantástico. Dedicado algún tiempo al teatro y la colaboración en diversas revistas, publicó su primera novela negra, Tres funerales para Eladio Monroy, que obtuve elogiosas críticas. Este último género ha venido frecuentándolo hasta obtener un reconocimiento en ese género. No obstante, su obra es más heterogénea de lo que parece ser el sino de los escritores especializados en este escabroso tema. Ahora Revelo está considerado como uno de los narradores canarios más prometedores de su generación, lo que en 2013 se vio confirmado con el XVII Premio de Novela Negra Ciudad de Getafe 6​por La última tumba, que tuvo excelentes críticas de los miembros del jurado. Asimismo obtuvo el premio Hammet a la mejor novela negra de 2013 y el Premio Tormo de las Casas Ahorcadas por La estrategia del pequinés. ​
Los milagros prohibidos, su última creación, no puede clasificarse dentro de la categoría de novela negra, si bien utiliza la intriga como elemento rítmico.

Recrea Ravelo en esta novela una historia prácticamente desconocida en la España de hoy, pero cuya dureza raramente ha podido ser olvidada en los habitantes de la bella isla de la Palma. En julio de 1936, al estallar la sublevación militar contra la República, el gobierno y la población en general de la isla se mantiene fiel al gobierno central, sin que ocurran los hechos sanguinarios que en otras partes (en las grandes Islas Canaria, sin ir más lejos), venían sucediendo. Aquello duró una semana, “la Semana Roja”, como fue conocida, hasta que las tropas de Franco desembarcan y obligan a escapar al monte a los republicanos más conocidos, que se esperaban lo peor. Estos hechos, que se han mantenido todos estos años gracias únicamente a la “memoria chica”, como sostiene en autor, dan pie a un relato que comenzó con la idea de ofrecer al público un ejercicio de memoria histórica, y poco a poco fue convirtiéndose en, tal y como él mismo explica, en una historia de triángulo amoroso y una persecución, ambientada en los primeros días de la contienda, en aquella isla convertida, dadas sus escasas dimensiones, en una ratonera apara los fugados. Uno de ellos es Agustín Santos, un joven maestro que huye al monte a la espera de una posible fuga lejos de la isla. Un antiguo pretendiente despechado de la que es su mujer, un tal Floro, el “Hurón” militante falangista dedicado a la bores de “limpieza”, quiere aprovechar la ocasión para tomarse debida venganza. Los dos personajes centran así una historia que refleja la violencia destapada por los agravios particulares que buscan su revancha al amparo de la fuerza y que tanto caracterizó el día a día de aquella contienda, sin olvidar que las cruentas guerras son también origen de historias de madres, hijas y esposas, personajes que dotan el relato de un sentido especial, un estilo culto al servicio del desarrollo de la historia (Ravelo prima el desarrollo del argumento sobre la estética), caracteriza la escritura que vemos en este reciente volumen. Se lee con rapidez y consigue enganchar la historia desde el comienzo con cierta facilidad.