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Un obispo que no tuvo tiempo para nada

Fue un obispo casado, fue un obispo militar y era el almirante de Aragón, nacido además en la Alhambra de Granada porque era hijo del conde de Tendilla. Con la guerra tuvo que ver desde joven pues acompañó a su padre en la guerra de las Alpujarras, siendo cabo de infantería y de caballería. Se llamaba don Francisco de Mendoza y se casó en 1584 con doña María Ruiz de Liori Folch de Cardona Colón de Córdoba, marquesa de Guadalest y condesa de Montealegre, sucesora de Cristóbal de Córdoba, almirante de Aragón, por donde don Francisco vino en ser Almirante de Aragón; este matrimonio tuvo una hija que murió niña en 1590.
La duquesa, que ya había estado casada con el conde de Fuentes, murió en Calzada de Calatrava en 1591 pleiteando por el ducado de Veragua y los pleitos se llevaron grandes caudales contrayendo unas deudas que trajeron a mal traer a don Francisco hasta el final de sus días.

Llevó don Francisco su viudedad con gran espíritu cristiano, siendo de ejemplo en la corte. Felipe II le hizo de 1595 a 1598 mayordomo de la Casa de Borgoña y le ocupaba en Juntas de Gobierno, dada su prudencia. En 1595 le mandó el rey a Flandes como mayordomo mayor del archiduque Alberto, participando en la toma del fuerte de Montulin el 23 de Septiembre de 1597 con mil caballos ligeros, arcabuceros y los tercios de infantería del maestre de Campo Luis Velasco; se portó con bravura en  la jornada de Calais y poco después fue como embajador ante Rodolfo II. Llegó a Stiria y comenzó a preparar el casamiento de Felipe (III) con Margarita de Austria; luego fue a Viena, a Hungría y al Tirol a otros negocios con los archiduques Matías y Maximiliano; llegó a Augusta y recibió orden del rey de ir a Polonia para sacar de pila en nombre del rey a Catalina, hija de Segismundo y a tratar los negocios de la dieta que se había de celebrar en aquel reino, volviendo a la corte del emperador a comunicar con él toda una serie de temas. Regresó a Bruselas el 26 de Junio de 1598.

Retrato de Francisco de Mendoza, hecho cuando estaba cautivo en Flandes, en 1601. Autor anónimo. Rijksmuseum (Amsterdam).

En compañía del archiduque Alberto, de cuyo consejo de Guerra y Estado formó parte, salió en campaña cumpliendo con su cargo de capitán general de caballería; fue en socorro de Amiens y en la retirada resistió con su caballería al rey de Francia con reputación de nuestras armas. Puso sitió al fuerte de Montulin con mil caballos y seis mil infantes y en tres días obtuvo la rendición, lo reforzó y lo abasteció de todo lo necesario. Cuando se concertó la paz con Francia figuró entre los rehenes dados en garantía. Con ocasión del casamiento del archiduque con la infanta Isabel Clara Eugenia y volver a España el archiduque lo dejó como Capitán General de Ejército de Flandes en 1598 realizando una brillante campaña en la que destacan como hechos principales el paso del Rhin, la toma de Alpem, el castillo de Brouech, la ciudad de Rimberch, la villa de Emerich, la de Hanholt y el castillo de Schulenburg. A lo que hay que añadir la labor diplomática y administrativa. Después de aplastar a los regimientos de Zelanda y Escocia así como al escuadrón de los Frisones en la batalla de Nieuport el 2 de Julio de 1600, viendo derrotado el grueso del ejército del archiduque Alberto se mantuvo heroicamente para proteger la retirada del archiduque, hasta que herido y derribado del caballo cayó prisionero de los holandeses, permaneciendo así durante dos años y sin querer redimirse del cautiverio hasta no ver libres a todos sus oficiales y soldados pagando él los rescates, con lo que se vio arruinado.

Al cabo de nueve años, después de haber dado muestras de una austera administración, regresó a la península, pero el rey no le permitió acercarse a la Corte por lo que puso su residencia en Guadalajara al amparo de su hermano el duque del Infantado.

El jueves 21 de Mayo de 1609 por la mañana don Francisco fue arrestado en Guadalajara por el alcalde Silva de Torres acusado de traición por haber hecho llegar al rey el año anterior un memorial anónimo, firmado por “El deseoso inútil”, en San Lorenzo de El Escorial “condenando el gobierno que corría y que después aparecieron en las esquinas de este lugar [Madrid] ciertos papeles en conformidad con dicho memorial que se atribuye a él”. El pasquín en cuestión había sido colocado en la puerta norte del Alcázar madrileño, en la puerta de Guadalajara y en la Cárcel de corte.     

Y es que al volver de Flandes no recibió don Francisco las mercedes esperadas de Felipe III y se resistió a las negociaciones de la Tregua de los Doce Años, manifestando su oposición al duque de Lerma y teniendo una serie de incidentes con figuras cercanas al duque como Rodrigo Calderón y Pedro Franqueza.

En el proceso que siguió se le reprochaban sus acusaciones contra el duque de Lerma y sus aledaños políticos e incluso críticas a Felipe III, a quien habría acusado de ser “un pobrete” y de haber dado aliento, desde 1598, a la posibilidad de que los archiduques Alberto e Isabel Clara Eugenia pudieran ocupar el trono ante una cercana muerte de Felipe III.

El duque de Lerma había sido muy criticado por el almirante Mendoza, que consideraba a su gobierno como corrupto, tiránico y sin otro fin que el enriquecimiento de los Sandoval (la familia de Lerma), todo ello en el continuo engaño del Rey. Le preguntaron si había dicho “muchas veces que el dicho Señor duque engañaba al rey a cada paso y que le divertía en pasatiempos para que no se hiciera capaz de negocios y con esto quedarse el señor Duque con el soberano y administración de esta monarquía”. De manera que el futuro obispo seguntino fue un claro opositor del duque de Lerma y de su privanza.

Don Francisco estuvo encerrado en el castillo de Santorcaz durante cuatro años para pasar luego otros cuatro en San Bartolomé de Lupiana y en San Francisco de Guadalajara gracias a las gestiones del duque del Infantado a cuyas expensas vivió el desgraciado almirante de Aragón durante casi veinte años. Por fin resultó absuelto con toda clase de pronunciamientos favorables.

A los 74 años se hizo sacerdote y en 1622, Felipe IV lo presentó para el obispado de Sigüenza, siendo consagrado en Madrid, el 23 de Octubre de 1622.

El 13 de Diciembre de 1622 para festejar la toma de posesión del nuevo obispo el ayuntamiento de Sigüenza acordó que se hicieran dos danzas, una de niños y otra de hombres y por la noche se corriese un novillo por las calles empezgado de jubillos en los cuernos y que al día siguiente se corrieran toros.

Se le esperaba en Sigüenza para Noviembre de 1622 y para la venida del obispo el cabildo del día 28 había mandado que todos los prebendados se hicieran la coronilla y se recortaran los bigotes.

Parece que el obispo había decidido vivir en Palazuelos, que era de los Mendoza, y por eso el cabildo mandó que se llevase allí la tapicería de la catedral, donada por don Fadrique de Portugal, para adornar los aposentos del almirante y obispo, pero no fue necesario porque estando en Madrid, en casa de su hermano el duque del Infantado, le sobrevinieron unas tercianas dobles y congojosas que le hicieron ver la proximidad de su muerte, hizo testamento, acomodó a sus criados, ordenó pagar sus deudas y mandó hacer un altar en la habitación donde guardaba cama, oyendo misa y comulgando todos los días y así devotamente murió el 1 de Marzo a las seis de la mañana de 1623, siendo enterrado en el colegio de la Compañía de Jesús en Alcalá de Henares.
Como obispo no tuvo tiempo para nada pero ya de por sí era un  personaje significativo desde el punto de vista militar, administrativo y político.

Dos seguntinos olvidados

Estamos tan acostumbrados a ver Sigüenza como una ciudad frailuna que frecuentemente nos olvidamos en la historia de personajes ciertamente interesantes, por eso quiero presentar a dos del siglo XVI, ambos nacidos en la ciudad, Domingo de Villaverde y Matías de Contreras ¿A que no han oído hablar nunca de ellos?

Ambos tuvieron importancia en la historia del dominio español en Flandes en tiempos de Felipe II, cuando el rey tenía puesta su confianza en Alejandro Farnesio que fue tercer duque de Parma, Piacenza y Castro, pero que también era sobrino de Felipe II y de don Juan de Austria, por eso estuvo en la batalla de Lepanto. Y es que era hijo de Octavio Farnesio y Margarita de Austria, hija ilegítima de Carlos V.

De manera que con esas raíces familiares no nos puede extrañar que fuera un notable militar que conocía la región al haber acompañado a su madre cuando fue nombrada gobernadora de los Países Bajos. En 1576 fue nombrado gobernador de Flandes don Juan de Austria y en 1577 fue enviado en su ayuda Alejandro Farnesio que, en Enero de 1578 ya ganó la batalla de Gembloux a los protestantes, y como en octubre de 1578 falleció don Juan de Austria, probablemente de tifus, fue Farnesio quien se ocupó de la lucha armada en Flandes.

Y aquí es donde entran los seguntinos. Hay un manuscrito en la Biblioteca Nacional de Madrid que se titula “Los sucesos de Flandes y Francia del tiempo de Alejandro Farnese, por el capitán Alfonso Vázquez, Sargento Mayor de la milicia de Jaén y su distrito”; pues bien este militar, de alta graduación en esa época, nos informa de que

“El capitán y gobernador Domingo de Villaverde, natural de Sigüenza, hechura de Alexandro, bizarro capitán, temido en las ocasiones, osado en los peligros, peleó y trabajó más que otros y siempre dio muestras de muy gran soldado y animoso capitán”.

Recibe Domingo de Villaverde un elogio, de un compañero de alta graduación, del que solo quiero comentar la frase “hechura de Alejandro”, pues que se le consideraba en perfecta sintonía con uno de los mejores militares del siglo, algo que por sí mismo le abre la puerta de la historia, pero además los elogios que Alfonso Vázquez tributa al nuestro: bizarro, temido, osado y animoso, nos hacen entrever por qué lo consideraran hechura de Alejandro Farnesio.

De Matías de Contreras nos habla el mismo manuscrito esta vez con respecto a la administración de guerra, porque todo contribuye a la victoria o a la derrota. Se nos dice de él:

“Otros comisarios de muestras, y Oficiales de las Contadurías y Veedurías generales hubo que procedieron con grandísima limpieza y buen renombre, tan solamente que D. Diego de Ibarra escogió porque, como he referido, hasta que él fue a Flandes, vivieron algunos con mucho desorden y rotura, si bien hubo otros, como Matías de Contreras, natural de Sigüenza, y Melchor Espinosa, natural de Valladolid, y Juan Alonso de Molina, que hoy es Contador de las Galeras de España, que fueron muy honrados y limpios y merecieron por sus personas se les hiciese merced y favor.”

O sea que siempre ha habido gente honrada y gente ladrona en las administraciones y me alegra encontrar a un seguntino que en tiempo de guerra, tiempo propicio para todo desorden, gozara de tamaña fama de honradez y limpieza y encima fuera apreciado por los de arriba. Era honrado y lo parecía.
Comprendo que no son dos personajes de relevancia histórica nacional, pero cuando alguien se dedique a compilar una enciclopedia de personajes seguntinos, estos merecen estar y que se les recuerde, pues no debemos olvidar que recordar es vivir.

Pedro A. Olea
Sigüenza 2019

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