Al abrir el portón de su casa en la Puerta Nueva, D. Joseph Olier y Serantes, recibió de golpe en su rostro el frio húmedo de un amanecer al que no estaba acostumbrado. Aquel día había decidido madrugar para atender unas cuestiones de la hacienda agrícola familiar antes de dirigirse a la Plazuela de la Cárcel, para asistir al Concejo municipal del 30 de marzo. Poco más tarde también saldría de su casa en la Calle Nueva * D. Francisco Lagúnez y Pacheco, poseedor de dos apellidos ilustres que habían hecho buena fortuna con la ganadería. Era dueño de numerosos bienes rústicos y urbanos y al igual que los Olier, sus familias eran hidalgas desde el siglo anterior y formaban parte del gobierno municipal.
Como era costumbre habitual, la víspera de la celebración de la sesión, el Portero pasaba por los domicilios convocando personalmentea los asistentes más habituales, que eran los denominados oficios mayores del Concejo: el Alcalde ordinario D. Joseph Olier; el Regidor D. Lope de Ulloa; el Procurador general D. Pedro Arredondo y los ocho Diputados: D. Joseph de Olier y Rodríguez, D. Francisco Lagúnez y Pacheco, etc. Con puntualidad, uno a uno, fueron entrando en la sala capitular ocupando el lugar asignado para escuchar del escribano la lectura de los asuntos que debían tratar en aquella sesión, de la que habían sido informados previamente. Entre ellos se dio cuenta de la llegada de una orden del rey Felipe V anunciando el paso de su invitado y amigo, Jacobo III de Inglaterra, Príncipe de Gales, por Alcolea del Pinar hacia Madrid, cuyos gastos de hospedaje debían costear las arcas municipales.
El Príncipe de Gales, conocido como “el viejo pretendiente” por sus aspiraciones a la corona británica, viajaba acompañado por un amplio séquito compuesto por nobles y su servicio personal. Su llegada estaba prevista para el 27 de marzo, por lo que unos días antes se había encargado la organización de la jornada a D. Pedro Arredondo, Procurador general, que solía actuar en calidad de representante oficial del Concejo en diferentes asuntos. En pocos días tuvo que reunir todo lo necesario para proporcionar un descanso adecuado al príncipe y su séquito: un buen número de camas, mesas y bancos de madera, lámparas con aceite para la iluminación, leña para calentarse y preparar comidas, tinajas para el agua, sábanas, manteles y colchones, alimentos para el séquito y paja para las caballerías. Una vez incorporado todo el material en carros fue transportado hasta Alcolea, para montar el campamento. Seis días se invirtió en la preparación y posterior recogida y limpieza del espacio ocupado, seis días que generaron un gasto de alrededor de doscientos sesenta reales, incluido el salario del procurador y las tiendas concejiles donde se habían adquirido alimentos y enseres.
Una hoja del Libro de Actas municipales. Resumen del acuerdo del acta de sesiones del 30 de Marzo de 1719 sobre “Paso del Sr. Príncipe de Gales Rey de Inglaterra”.
Mientras en Sigüenza el concejo miraba con preocupación el estado de las arcas municipales, en Madrid el monarca se mostraba satisfecho con las noticias que le llegaban sobre el paso de su amigo por tierras castellanas, así como los halagos y muestras de respeto que recibía en cada parada que realizaba. Era tan grande la amistad que unía a ambos monarcas, nacida durante su infancia en Francia, como enorme el pesar que sentía Felipe V por la lastimosa situación que atravesaba el príncipe inglés, abandonado y perseguido por sus enemigos.
Jacobo Estuardo era hijo de Jacobo II, el último rey católico de Inglaterra. Educado en Francia, el fallecimiento de su padre lo convirtió con tan sólo 13 años en el rey Jacobo III. Aunque pronto fue excluido de la sucesión al trono, nunca perdió la esperanza de recuperarlo y se instaló en Roma, uno de sus principales apoyos. El Caballero de San Jorge, como también era conocido internacionalmente, al cumplir los 30 años decidió iniciar un viaje por Europa solicitando ayuda para recuperar el poder a los pocos amigos que aún le quedaban, entre ellos Felipe V de España.
El 11 de marzo de 1719 inició el viaje a bordo de una pequeña embarcación francesa. Sufrió una difícil travesía entre las costas italianas y españolas, con el viento en su contra, como el destino en su propia vida. Al llegar al puerto de Rosas el 18 de marzo, miembros y oficiales de la Casa real española, le esperaban al pie del barco, con una carroza para llevarle hasta Madrid. Mientras accedía a su interior, Jacobo se deseaba a sí mismo un viaje mejor que el anterior. Pero las dificultades no habían terminado. No sabía que los caminos españoles eran inseguros por la presencia de bandoleros; incómodos, en mal estado de conservación, sin pavimentar y especialmente embarazosos con la lluvia y el barro. Por lo que, en más de una ocasión, tuvo que bajar de la carroza y realizar el trayecto a caballo. Durante el viaje realizó varias paradas de descanso: del 21 al 23 en Zaragoza, el 27 en Alcolea del Pinar y la última en Torrejón de Ardoz, donde le esperaba el cardenal Alberoni, principal consejero del monarca español, encargado de acompañarle en su última etapa. El 28 de marzo llegó al Palacio del Buen Retiro, para disfrutar de unos días de ocio y jornadas de caza con Felipe V y su familia. Cuentan las crónicas que finalizó su estancia en España, peregrinando a Santiago de Compostela, para encomendarse al Santo antes de embarcarse en la expedición que pretendió sin éxito recuperar el trono inglés.
Amparo Donderis Guastavino
Archivera Municipal de Sigüenza
*La calle Nueva corresponde con la actual calle del Seminario