Entre los papeles que uno ha ido guardando, sin saber muy bien para qué, acabo de encontrar una columna de Manuel Martín Ferrand, en el “ABC”, escrita el 8 de mayo de 2008, titulada “Rajoy y el Doncel”.
El periodista gallego – creador de “Hora 25”, en la SER, y fundador de Antena 3 Radio – era un enamorado de Sigüenza. Valga una anécdota de la que fui testigo para demostrarlo. Unos años antes de su fallecimiento (30 de agosto de 2013), le invité a participar en un acto de la Fundación Siglo Futuro en Guadalajara y me dijo que estaría encantado de intervenir, pero siempre que el acto se celebrara en Sigüenza y pudiera quedarse luego a dormir en el Parador.
No es de extrañar, por lo tanto, que en esa columna comience hablando de la escultura del Doncel, para establecer a continuación una alegoría del entonces líder de la oposición, Mariano Rajoy, a cuenta de su inmovilismo y de su resistencia a pasar página. Lo que sí llama más la atención de este artículo son otras simbologías a las que alude Martín Ferrán.
“Su sepulcro es una joya que, aunque ya olvidada, inspiró gloriosas páginas de nuestro Romanticismo y le sirvió de símbolo, nunca entendí la razón de que así fuese, a algunos apóstoles de la Falange y aledaños”, afirma el columnista. El final de este último párrafo – la aproximación de los falangistas a la figura del Doncel – me trae a la memoria aquellos libros de Formación del Espíritu Nacional que nos obligaban a comprar en el Instituto con el sello de la Editorial Doncel (con la foto de la escultura). Textos supervisados por la Delegación Nacional de Juventudes – de la que dependía la citada editorial - destinados a la formación y adoctrinamiento en los postulados del régimen.
El Doncel, por aquello de reunir en una misma imagen y de forma simbólica las armas y las letras, tuvo siempre un atractivo especial para los seguidores de José Antonio Primo de Rivera, como lo sigue teniendo todavía ahora para algunos nostálgicos del yugo y las flechas que utilizan el nombre del Doncel en la denominación de sus hermandades y asociaciones. Les cuesta entender que la obra anónima es universal y está por encima de sus mezquindades. Olvidan que la escultura dedicada a Martín Vázquez de Arce es patrimonio de todos, hasta el punto de que, con un poco de suerte, podría ser declarada, junto a la ciudad de Sigüenza, Patrimonio de la Humanidad.
“Pasó su vida predicando al Doncel por el mundo”
Hay otro detalle del artículo de Martín Ferrand que me ha llamado mucho la atención y que tiene nombre propio. Dice el periodista: “Federico García Sánchez, por ejemplo (el segundo apellido está equivocado: no es Sánchez, sino Sanchiz), pasó su vida predicándole por el mundo”. Luego, continúa con la descripción de la obra escultórica: “El joven caballero, yacente, descansa el cuerpo sobre su brazo derecho y, en un incómodo escorzo, protegido por su armadura, sostiene un libro en las manos. Lleva varios siglos sin pasar página”. Pero ¿quién era realmente el predicador que según el articulista se pasó la vida dando encendidas prédicas sobre el Doncel de Sigüenza?
Pues era un charlista nacido en Valencia (1886-1964) que perdió a un hijo muy joven, Luis Felipe, en la guerra civil – concretamente, en el hundimiento del acorazado Baleares –, pasando a partir de entonces a ser llamado Doncel por su progenitor. A partir de entonces, se propuso también colaborar en la búsqueda de donaciones para la reconstrucción de la catedral seguntina al acabar la guerra. Con el tiempo, García Sanchiz sería elegido académico de la Real Academia Española de la Lengua.
A este curioso personaje – que se ganó la vida haciendo monólogos y dando encendidas charlas por España e Hispanoamérica – le dedicaba una retrospectiva Don Gregorio Sánchez Doncel en la revista “Ábside”. Don Gregorio, catedrático de Bachillerato jubilado en Alicante, después de haber sido profesor en el Instituto Martín Vázquez de Arce y canónigo de la catedral, cuenta en su crónica sobre García Sanchiz, que fue un “caballero andante de la palabra, que recorrió el mundo entero ‘españoleando por doquier las glorias patrias en términos oratorios originales que le valieron el título de ‘charlista’, del que se sentía muy orgulloso”.
El cura que inventaba crucigramas y pasatiempos a orillas del Mediterráneo
Desde su retiro, Don Gregorio, siempre emprendedor e inquieto, recopiló información sobre este curioso personaje de posguerra, a la vez que se entretenía inventando crucigramas y pasatiempos. A mí, que había sido alumno suyo, me llamó en varias ocasiones para ofrecer al Ya Dominical, donde yo entonces trabajaba, una sección de crucigramas. Entonces, Pedro Ocón de Oro era el amo y señor de ese negociado y siento que aquella oferta no prosperara.
Pero volvamos a Federico García Sanchiz y a lo nos interesa: la admiración que sentía este charlista por la figura del Doncel y el papel que jugó como mediador para conseguir donaciones destinadas a la reconstrucción de la catedral que había sido bombardeada por los nacionales. Como recuerda Don Gregorio en “Ábside”, todo empezó con uno de los encendidos discursos de García Sanchis en el teatro Arriaga de Bilbao, “a beneficio de la reconstrucción de nuestra catedral”. El resultado de aquello fue mejor de lo esperado y la capital vizcaína donó cincuenta mil pesetas para ese cometido.
“Humilde y cordialmente, ofrezco para esa obra – explica en sus memorias el charlista y académico – cincuenta mil pesetas. Son las que he solicitado en Bilbao, que se han apresurado en concedérmelas en homenaje a Castilla”. Así, como suena, los bilbaínos de entonces en homenaje a Castilla.
También por la intermediación de este entusiasta admirador del Doncel y de la catedral - según cuenta Don Gregorio – se obtuvieron otras sesenta mil pesetas del Banco Español de Crédito.
Como testimonio de gratitud, el cabildo seguntino le dedicó un solemne funeral a ese benefactor el 24 de julio de 1964, un mes después de su fallecimiento. “Hortelano de la lengua cervantina”, le llama el canónigo Don Gregorio. El cura que en su retiro inventaba pasatiempos y crucigramas a orillas del Mediterráneo.