El taller de cerámica “Alfar del Monte” de Pozancos ha funcionado durante 44 años y ahora ya va convirtiéndose en la historia.
Mirando desde Sigüenza, a Carlos Alonso Pérez y María Jesús Martín de Hijas se les conocía, en primer lugar, por su tienda de artesanía en la calle Mayor, y muchos visitamos alguna vez su taller de cerámica en Pozancos. También en Sigüenza nos rodean azulejos con los nombres de las calles, hechos por ellos a partir de 1993. En la estación de ferrocarril está su mural con un simpático resumen visual de toda la geografía local. En el ayuntamiento, en el instituto, en el centro de refugiados, en establecimientos y en muchas fachadas y casas particulares quedan cosas hechas por estas dos personas que componían el “Alfar del Monte”.



En 2024 cerraron su tienda en Sigüenza por jubilación. Te da pena. Pero ya sabemos: todo lo que empieza, acaba. Sin embargo, ellos, al jubilarse, no echaban de menos la necesidad de atender pedidos y tratar con clientes. La alegría de su oficio quedaba con ellos. Quedaban hornos en el taller, quedaba la arcilla traída en su momento en un camión, quedaba todo el campo abierto para seguir creando... a su aire.
Pero a principios de abril de 2025 fallece María debido a un cáncer relámpago.

De donde provienen
En un principio, la ceramista era ella. De una familia de farmacéuticos, María estudio Químicas en la Universidad Autónoma de Madrid durante tres años. Luego lo dejó porque a la vez se había apuntado en la escuela municipal de cerámica y lo disfrutaba más.
En este periodo se conocieron María y Carlos. Él había venido a Madrid desde Santa Colomba de Samoza (León) y estaba acabando la carrera de Ciencias de Información, rama de Imagen en la Complutense.
María se entregó apasionadamente a la producción de cerámica y en seguida empezó a participar en exposiciones. Practicaba la cerámica de una forma absolutamente individual, sin formar parte de ningún colectivo. Su madre le permitió convertir una habitación en taller. Era una casa independiente en Madrid, tenía un patio. En este patio María hacía sus primeros esmaltes. Se compró un torno y un horno, siempre tuvo mucho afán por investigar diferentes técnicas de cerámica y experimentar con materiales y temperaturas. Sus libros de cabecera eran los de Jorge Fernández Chiti y de Bernard Leach, grandes conocedores del tema.
“Estar a su aire”
Nos encontramos conversando con Carlos en su casa-taller-jardín en Pozancos. Un espacio que se ha amoldado a lo largo de los decenios al modo de vida de sus extraordinarios habitantes. Pero ¿por qué Pozancos?
“María estaba animada con la cerámica –cuenta Carlos–, y yo quería encontrar un lugar y escribir guiones. Para escribir guiones nada mejor que ir a un pueblo. El mundo del cine es estar liado todo el tiempo. Y precisamente esta parte no me gustaba. Queríamos salir de Madrid. Éramos simplemente una pareja que quería vivir a su aire y en un espacio cuánto más limpio, mejor”.
Recorrieron toda la periferia de Madrid buscando una casa para alquilar, se asomaron a la provincia de Cuenca, empezaron a rastrear Guadalajara por la Sierra Norte. Y una vez volviendo en coche desde Atienza les llamó la atención el valle de Pozancos (“¡Qué cantidad de vegetación hay aquí, debe haber un río...!”) y se desviaron… Al final, consiguieron una casa en la calle del Monte. Y fundaron su taller “Alfar del Monte” (Agosto-1980).
“Todo esto era una especie de arboleda tremenda. A los pocos años, estando ya aquí, llegó la concentración parcelaria. Talan, reagrupan fincas, huertos… Vivimos ese periodo con desconcierto...”. La concentración de parcelas para facilitar el aprovechamiento agrícola y el modo en que fue hecha Carlos lo considera “barbarie rural”.
Cuando un día floreciente de primavera entras en Pozancos, con su iglesia, su maravillosa fuente donde viven peces, parece un rincón paradisíaco. Pero la realidad de los pueblos no es tan simple. Para Carlos y María el pueblo no era un lugar para huir del mundo sino un lugar para vivir en el mundo...

El boom de artesanía
Al principio el taller era María, y Carlos durante el primer año o año y medio se dedicó a escribir artículos para la prensa, guiones y cortometrajes. La prensa se “comportaba bien” pero los guiones “no cuajaban, había que moverlos”. “Lo que sí cuajó –dice– fue una exposición que hizo María en la Ermita de Humilladero en Sigüenza. Eran piezas de su producción madrileña. Funcionó genial… Yo fui dejando la escritura para las noches y me metí de lleno en la casa, taller y la cerámica... María no paraba de producir y yo tenía que colaborar”.

Carlos empezó a “movilizar” exposiciones anuales de los artesanos de Sigüenza en la Ermita del Humilladero, verano, navidades... se apuntaron siete, diez, al final hasta catorce talleres. Había artesanos de diferentes ramas, y también otros ceramistas: Rafael Montañés y después David Pérez. La fábrica de espejos de Ricardo Artigas reunió a muchos seguntinos y potenció que al cerrar surgieran más talleres paralelos, aparte del mismo Artigas que seguía también. Más tarde Carlos y María fueron fundadores de la Asociación de Artesanos de Guadalajara, a la que también se apuntaron varios seguntinos.
En poco tiempo, el “Alfar del Monte” se dio a conocer y la gente iba a comprar directamente a Pozancos.
El contacto con la sociedad seguntina les animó en la participación de talleres artesanales que se demandaba en la década de 1985 al 1995. En la Ermita de San Roque (almacén del Ayuntamiento), en el año 1985, a través de INEM, María da su primer curso de torno y decoración. Interesó y en el año 1986, ya desde el Ayuntamiento e incorporándose Carlos a la enseñanza, se practica esmaltes y cuerda seca. Se corre la voz: el Centro de Profesores, compra un horno y les piden enseñanza para los profesores en las tardes, 22 profesores se apuntan como alumnos. Paralelamente y dependiendo de la edad de su hija escolarizada, las visitas del colegio al taller de Pozancos son excursiones obligadas, cuando no talleres en vivo en las propias escuelas nacionales.
“La cerámica, si te guían, puede ser un coser y cantar, en cambio, en la soledad del principiante, es un castillo que se puede desmoronar a la mínima –explica Carlos–. Ah, la alegría y la fraternidad nos la ofreció Braulio en el Centro de Acogida para refugiados (CAR) a partir de 1993. Seguntinos y refugiados compartíamos tardes de desbloqueo, manualidad táctil y convivencia: Angola, Afganistán, Irak, Etiopia… España”.

Pero siguieron viajando a ferias provinciales y nacionales: Toledo, León, Zaragoza, Soria, y les iba bien.
Carlos tuvo una especial relación de amistad con Luis Javier Treceño (el Trece), al que había conocido nada más aparecer por Sigüenza. Trece con su mujer Concha Muñoz hacía composiciones de flores secas, con un marco decorativo. Con ellos compartieron la primera tienda, donde ahora se encuentra el Taller Edad Media. Más tarde Carlos y María adquirieron para su galería de artesanía otro local, ya definitivo, en el número 6 de la calle Mayor.

En aquellos años la artesanía tuvo un gran impulso. ¿A qué se debió? Según Carlos, “a la gente la interesaban objetos cálidos, populares, realizados manualmente, que tuviesen resonancias..., y querían tenerlos arropando y adornado sus pisos recién comprados..."
Había mucho apoyo institucional al sector artesano: “Alfar del Monte” obtuvo premios en el Concurso de Diseño aplicado a la Artesanía de Castilla-La Mancha en 1993, 1994 y 1995. “Cuando participas en un concurso, tienes que presentar un proyecto novedoso, que descoloque al jurado, que digan: ¡Anda! ¡Qué buena idea!” –cuenta Carlos. Luego, tiempo después, él mismo iría de miembro del jurado a Toledo, a la Mezquita de las Tornerías, sede del Centro de Promoción de la Artesanía donde se celebraban estos concursos. Las obras presentadas por el “Alfar del Monte”, a veces, consiguieron “descolocar” al jurado. Cerámica procesada con diferentes técnicas y metal. Sus objetos de mobiliario (dos mesas y un perchero), mostraron las grandes potencialidades de la cerámica contemporánea.

El Maratón de los Cuentos de Guadalajara
En relación con lo fructífera y libre que era su imaginación, mencionamos que desde su infancia María era una lectora apasionada y diversa, según nos cuenta Carlos. Y el hecho de que por una serie de coincidencias, el “Alfar del Monte” se convirtiera en un fiel colaborador de la Biblioteca Pública de Guadalajara, realmente no es nada accidental.
Comenzaron haciendo unas placas para escritores “Socios de honor de la biblioteca” y a lo largo de años (¡desde 1985 hasta 2023!) hicieron broches para los participantes del Maratón de Cuentos de Guadalajara. Un evento muy singular ideado por la biblioteca, que tiene una gran popularidad. Iban cada año al Maratón para simplemente disfrutar de los cuentos en aquel ambiente festivo y abigarrado.
Cosas asombrosas
Más de una vez el “Alfar del Monte” sobrepasó los límites de cerámica propiamente dicha y fue parte de unos proyectos grandiosos. Quizá el más conocido de ellos fuera la decoración de la estación de metro de Madrid “Campo de las naciones” (ahora “Feria de Madrid) en 1998. La idea inicial fue del estudio de Luis Sardá, un reconocido diseñador residente por entonces en Ures. El “Alfar del Monte” apoyó la idea y buscó una manera de plasmarla, ya que todo era una novedad y experimento. Participaron con el proyecto en el concurso correspondiente y lo ganaron. Su realización fue una verdadera epopeya. Eran más de mil placas cerámicas de 40x40 cm, ya casi una producción industrial. Para cocerlas bajo determinadas temperaturas, “se colaron” en un proceso de funcionamiento de los hornos de una empresa de placas de gres. El acabado (poner mediante serigrafía los rostros de personas de diferentes partes del mundo, fondo fotográfico de Naciones Unidas) lo hicieron en la ermita de San Roque de Sigüenza. Entre estos retratos anónimos hay algunos de gente de Sigüenza, por ejemplo, de un vagabundo que vivía por entonces debajo del puente del Henares, vecinos de Pozancos y Ures y los propios autores.



Pero aquí no acabó la historia. Luego ganaron otros concursos e hicieron la decoración de las estaciones de metro “Aeropuerto”, “Barajas”, “Juan de la Cierva”, “Arganzuela-Planetario”, “El hospital 12 de Octubre”. Todo espectacular. Vale la pena hacer una excursión por todas estas estaciones de metro en Madrid.
Carlos no ve estos proyectos como los más importantes del taller, a pesar de toda su grandiosidad. “Entonces ¿qué es lo más importante?” − “No hay más ni menos. Cualquier miniatura quizás puede ser lo más importante. Un pequeño hallazgo te puede permitir crear algo especial. La historia de nuestro taller era una aventura constante porque siempre estábamos experimentando con barros refractarios, chamota, craquelados, reflejos dorados, rakú… tipografias, textos asociados a una imagen”.

Trasladaron a la cerámica mucha imaginería medieval, utilizando las Cantigas de Alfonso X, la tradición hispano-árabe, el Códice Manesse, tipografías... y otras fuentes, incluyendo sus propios motivos. El carácter naif, las hojas, los arboles de la vida, las decoraciones más sencillas, eran la tendencia estilística de María, nos comenta Carlos, y añade que en su último periodo, le gustaba introducir en sus dibujos a pincel textos sencillos y evocadores, procedentes de autores y lecturas recientes:
“Yo me iré y seguirán los pájaros cantando”
“Pasa, ave, pasa, y enséñame a pasar”
“Noche de la noche de tu bucle, luna de tu cara”
“No pasa un día en que no estemos un instante en el paraíso”
“Porque las raíces son importantes”
“Ser siempre la misma y siempre otra”
“Poder estar a la altura de mi sueño”
