La sala superior de la Plazuela de la Cárcel se llenó el 8 de abril para disfrutar de una sesión muy particular de folklore promovida por la Asociación Cultural Seguntina de Folklore, la Cultural y Musical Dulzaineros de Sigüenza, los Dulzaineros de La Travesaña y La Banda del Estraperlo.
En la primera parte, los Dulzaineros Hermanos Ramos, esos maravillosos músicos de Cuellar que para nuestra suerte nos visitan de vez en cuando (sin ir más lejos este año en S. Vicente), hicieron su particular homenaje al gran músico segoviano Agapito Marazuela, guitarrista y dulzainero recopilador de muchas obras de folklore castellano. Mediante la proyección de una película a modo de biografía, los hermanos iban tocando distintas piezas del “Cancionero de Castilla” de Agapito, parando la proyección para cantar o contar alguna cosilla. No pude quedarme hasta el final pues quería acudir al concierto de Bell’Arte también, pero la media hora que pase me pareció soberbia; ese sonido de las dos dulzainas de los Ramos, tan puras en sus dúos, o en formación de tamboril y dulzaina, hicieron las delicias del público. Pero como decía, me fui a escuchar algo que, sin tener nada que ver con el folklore, también era música de viento.
La banda del estrapèrlo
Volví al término del concierto de piano y cuarteto de viento, por suerte estaban en el intermedio tras la actuación de los Ramos. La Banda del Estraperlo ya estaba preparada para su “Baile-Concierto” y el público que salió a la plaza a disfrutar de la primaveral noche se reincorporaba a sus asientos. Esta particular banda está formada por Nacho Amo (cuerdas y voz), Juanjo Molina (percusión), Jorge Atance (viento) y Mariano el de Bujarrabal (violín y acordeón). La intención del grupo es recopilar y recrear música habitual en pueblos de esta zona en épocas en las que no había casi ni radio, pero donde llegaba la música de afuera y se transformaba rápidamente para apañar con los instrumentos de que se disponía. Era muy frecuente (según contaba Nacho) que en todos los pueblos alguien tocara el violín y apañase una jota o un fox-trot con igual maestría, con tal que la gente pudiera cantar y bailar. Mariano es todo un personaje (ya bien mayor) que disfruta haciendo aquella música y tiene una gran memoria musical, él es la base para mucho repertorio del grupo. También recuperan o fabrican instrumentos desaparecidos o en absoluto desuso, como en el caso de la “gaita serrana” que con habilidad tocó Jorge en un par de piezas (muy bueno con la flauta, por cierto). Juanjo hizo despliegue de todas sus artes tocando incluso con unas “quijadas” con palillos, para seguir con cucharas, pandero, pandereta, y muchos más. Nacho, aparte de narrador-introductor, tocó el guitarrico aragonés, el laúd o la guitarra con cuerdas de tripa (a la antigua) cantando en algunas piezas o solicitando la colaboración a su Mari, que sin dudarlo toca, baila o canta lo que le echen. Parece mentira la fuerza que da la música a quien le gusta, bastaba ver a Mariano con el violín o, ayudado, cargarse el acordeón y tocar tanto tiempo, y todo el rato de pie, nadie diría que pasa de los ochenta. En fin que la jornada llegó a su fin, solo nos faltó salir a la calle a tomarnos un trago de vino y seguir cantando y tocando todos juntos hasta las tantas; las salas de audición siempre resultan más frías para esto y parece que se tratara de un museo recreativo de la música popular antigua. En cualquier caso enhorabuena por la iniciativa. ¡Aúpa a los Ramos y a los estraperlistas!