Hay ocasiones en que se acaba teniendo noticia de una buena película por pura casualidad. En esta ocasión fue al escuchar en una entrevista de radio a José Luis Cuerda recomendarla. El respeto por su cine (desde Amanece que no es poco, La Lengua de las Mariposas, o Los Girasoles Ciegos), fue suficiente para decidir verla y recomendarla después.
Aunque por estos lares estaba pasando desapercibida desde su estreno el pasado 23 de marzo, parece que se ha convertido en uno de los fenómenos del año del cine francés. Ha superado los 600.000 espectadores, y fue nominada a mejor ópera prima en los Premios César del 2015.
O los tres o ninguno, es una película de 2015. Su director, Nouchi Tabib, más conocido como Kheiron, también la escribe y protagoniza. Cuenta la historia de sus padres y la suya propia. La odisea de un viaje, cuando siendo niño, tienen que huir de una pequeña aldea al sur de Irán por motivos políticos, hasta una localidad a las afueras de París. Los padres de Kheiron, Hibat y Fareshteh, huyen con él de Irán a Francia en 1983.
En distintas entrevistas, Kheiron habla de cómo sus padres, y su historia, fueron siempre una inspiración para él. e dijo que tenía que contar su vida, orque estaba seguro que podría inspirar a otras personas.
Durante años Kheiron trabajó como educador social hasta hacerse un hueco en el mundo artístico. Desde hace unos años su talento le ha convertido en un cómico de referencia en el teatro parisino. En O los tres o ninguno, su primera película, cuenta su estancia en prisión, la juventud de sus padres, cómo se conocieron, las peripecias del acuerdo matrimonial entre las familias, su resistencia al régimen del Sha Reza Pahlevi, y posteriormente la revolución islámica del ayatolá Jomeini del 11 de febrero de 1979. Su sueño es una nueva vida, el amor a la familia y la convivencia entre distintas etnias y nacionalidades.
Las dificultades para salir de Irán, que bien podría ser hoy Siria, muestran la actualidad de tantos refugiados e inmigrantes que por razones de guerra armada o económica, tienen que abandonar sus hogares. Dejar atrás casa, familia y amigos porque si no, les matan. Sin olvidar, lo que supone para Occidente como un elemento de cohesión en nuestras agrietadas sociedades.
La interpretación de un suceso puede narrarse en clave de drama o de comedia. Algunas de las cuestiones que va desgranando la película, no son precisamente divertidas. Sin embargo Kheiron ha elegido contarla en clave de comedia. El personaje del sha, por ejemplo, es una auténtica caricatura que mueve a la risa y sin hacer un discurso político está haciendo una sátira de toda una época. A todos nos viene a la cabeza la elección que hizo, en este sentido, Roberto Benigni en La Vida es Bella (1997). De hecho, algunos críticos de cine, hacen comparaciones y ven coincidencias en el tratamiento que dan ambos directores. Comparación que no comparto.
Al salir del cine, entendí la recomendación de José Luis Cuerda. Es una historia dramática contada con humor, o cómo marcharse a la fuerza sin perder la sonrisa. Una fábula sobre como abrirse camino cuando las cosas se ponen en contra.
La vida en sí es tragicómica. Sabemos con Freud, de la utilidad del humor, del recurso en la vida cotidiana y para abordar las flaquezas y miseria humanas. Pero no todos los seres tienen el don de poder adoptar una aptitud humorística. Es raro y precioso talento, como nos recuerda también.
Es desde aquí, que no puedo compartir el análisis de esta película, cuando dice de la utilización del recurso del humor “para limar cualquier arista política y desarticular la posibilidad de un discurso penetrante sobre aquello que exhiben las imágenes. ….. largometraje pensado, plano a plano, para no ofender, inquietar o exigir esfuerzo alguno del espectador occidental, en una sucesión de exotismo, lugares comunes y sátiras amables, sin mordiente.
Del mismo modo sería ingenuo pensar que Chaplin en El Gran Dictador, y con el personaje de Hitler, por ejemplo, está sólo contando un chiste.