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Máximo Robisco nació en Luzón (Guadalajara) un 31 de julio de 1935 y falleció, a punto de cumplir los 76, en Sigüenza, el 27 de julio de 2011. Vivió desde niño en la ciudad del Doncel, pero habitó en Madrid, y en París, y en sus viajes a San Petersburgo, tras el telón de acero, con la misión expresa de ver la obra de Kandinsky, y a las capitales donde se “cocía” el arte de vanguardia. Transitó constantemente en galerías y museos, en las exposiciones donde su espíritu inquieto aterrizaba por su permanente afán exploratorio, su incesante búsqueda estética e intelectual, sus necesidades, más que inquietudes, profundas y extensas, impropias de un chaval de pueblo. Máximo Robisco era en Sigüenza “Maxi, el carnicero”, pero este Maxi que despachaba por las mañanas y pintaba por las tardes, hasta entrada la noche, sin descanso, día tras día, este artista prolífico y reservado, que a casi nadie enseñaba su obra, este carnicero de provincias obsesionado por expresar en imágenes rotundas su interior vívido y complejo, no tenía reparo alguno para plantarse en una exposición de Saura, de Millares, de cualquier artista fulgurante del tardofranquismo y de final de siglo, para conocer las tendencias, en esas décadas fecundas del arte contemporáneo, para presentarse ante el artista expuesto, como pintor, pero sin enseñar su obra, como artista y colega, pero recluso en el pudor del que sigue aprendiendo.

Exposición de la obra en papel de Máximo Robisco en la Galería de Arte Sigüenza.

Máximo expuso poco, pero expuso. Su primera muestra, individual, como los grandes, tiene lugar en 1959, con tan solo 24 años, en la Sala Seral, una pequeña galería asociada a la clásica librería Fernando Fe, sala que había abierto cuatro años antes y tuvo un recorrido corto, hasta 1968, pero intenso: en ella se vería obra de Feito, Seoane, Muñoz, Canogar, Chillida, Ferrán, Quirós, Valdivielso,... En aquella época las exposiciones se anunciaban en los periódicos de la Corte y en los medios provinciales, en el ABC están recogidas las fechas y sabemos que consistió en unas 24 pinturas por un artículo de José Sanz y Díaz en el Nueva Alcarria del 14 de febrero de ese año. Según Sanz, que encuadra a Robisco inmediatamente en la tradición expresionista española y la España negra de Solana, la exposición recogía temas de “naturaleza muerta, arrieros que conducen ataúdes fúnebres, matachines y matarifes entre reses despellejadas, escenas tabernarias con un solo bebedor, santos e imágenes de madera vieja, …” Amplio abanico de temas, recogido también en su obra en papel, especialmente la que podemos asignar a aquella primera época por análisis de estilos y temáticas ya que no fechaba sus obras, que poco a poco fue decantando por lo que sería su obsesión la mayor parte de su vida artística: caras y personajes.

Tan solo se conoce una exposición más en galerías comerciales, la realizada en 1968 en la Galería Círculo 2 (desaparecida en 1981), en esta ocasión con 21 dibujos, por lo que su obra ha quedado fuera del alcance de los amantes del arte y los coleccionistas en su inmensa mayoría, y veremos que es mucho lo que ha estado oculto ya fue un autor prolífico. Porque si algo caracterizaba a Robisco era su pudor para mostrar sus creaciones, especialmente a partir de esa primera década activa, tras esas dos atrevidas exposiciones individuales y una más, en 1965, en el Instituto de Cultura Hispánica. No sabemos lo que ocurrió en cierto momento de su carrera, pero a partir de entonces, sin dejar de crear prácticamente todos los días de su vida, participa con un número contado de obras en poco más de media docena de exposiciones, la mayoría colectivas y auspiciadas por instituciones oficiales (Junta de Comunidades, Diputación de Guadalajara, etc.), sin venta al público, hasta la primavera del año de su fallecimiento, cuando el Ayuntamiento de Sigüenza consigue convencerlo para que se dé más a conocer y prepara una exposición de óleos. Cuando fallece, de manera inesperada, contaba con un fondo de obra extenso y consistente, precisamente en ese momento en el que había aceptado atreverse a mostrar sus miedos e inquietudes, nacidos de un espíritu independiente, no sabemos si torturado, trabajando en solitario, casi en secreto, todas las tardes tras salir de la carnicería. Obra que ha permanecido, íntegra, en su taller, desde entonces, bajo salvaguarda de su familia, lo cuál es una bendición para cualquier estudioso del arte: tener toda la obra de un autor recogida en un solo punto, lista para ser inventariada y comprendida como un conjunto.

En la mesa de fotografía.

La familia contacta con la Galería de Arte Sigüenza hace más de un año, con la propuesta de realizar una exposición a partir de ese amplio fondo, con el propósito de intentar sacar a la luz una producción artística todavía en su mayor parte inédita. La galería acepta gustosamente, con la premisa de inventariar la obra antes de hacer nada, por respeto al autor y para poder tener seguimiento de lo que pueda salir del fondo como resultado de la exposición. Tras muchas sesiones de catalogación con todo lo que eso implica, numeración, fotografía, estudio de materiales y técnicas, etc., se han podido abarcar las cerca de 1500 piezas que componen su obra en papel de tamaño mediano (65 x 52 cm fundamentalmente), además de haber realizado un primer ataque a la, casi igual de numerosa, obra en papel pequeño (31 x 23, etc.), mas cuadernos y otros formatos menos frecuentes (collage sobre cartón, etc.) Sospechamos que la muy abundante producción en formato pequeño y homogéneo (papel que compraba en el establecimiento atendido por Carmen Velilla, según su testimonio) fue la obsesión principal durante sus últimos años, cientos de caras a tinta en series larguísimas, exploratorias, que no consiguen encontrar límite, ni fin, ni paz, ni descanso.

Huesos.

Para la Galería Sigüenza, ha sido un honor tener la oportunidad de navegar libremente en el universo reservado de Máximo, un privilegio que, seguramente, nadie había tenido en tanta profundidad hasta ahora. Y lo que hemos visto nos ha sorprendido, sobrecogido, entusiasmado, fascinado y, finalmente, enamorado. La primera sorpresa fue la extensión inesperada de su obra. Esas cerca de 3000 piezas en papel (digamos dos mil y muchas), más unos 350 óleos, además de escultura, pintura en pared, objetos encontrados y trabajados, etc., constituyen un cuerpo de una rotundidad aplastante, muy pocos autores alcanzan una producción tan extensa a lo largo de su vida, con la excepción de algunos singularmente prolíficos como Picasso o Paul Klee (con quien encontramos, por cierto, algunas concomitancias, no tanto en estilos o temáticas como en obsesiones). De Van Gogh, autor compulsivo, se conocen algo más de 2000 piezas, lo cuál pone en perspectiva la magnitud del trabajo constante, paciente, intenso, seguramente inevitable, de Robisco.

El rubio y el de la boina.

Gracias a las exposiciones que hizo en vida, y a una, póstuma, que se realizó en 2020, organizada por la asociación cultural seguntina Sigüenzarte, con apoyo del Ayuntamiento, su obra pictórica en óleo se conoce algo más, a pesar de que todavía permanecen inéditos la mayoría de los tres o cuatro centenares de piezas realizadas con esa técnica. Pero, tras estudiar su obra en papel, hemos de concluir con bastante rotundidad que es ahí donde radica una buena parte de la originalidad, del carácter, de la experimentación, del prolífico artista. Con temáticas, a veces semejantes a las de su pintura sobre tabla, pero más a menudo diferentes, no solo en temas sino en estética, en un afán exploratorio constante con lo que fue su obsesión definitiva: caras, perfiles, personajes imaginados y, sobre todo, texturas.

Figuras semiabstractas que no representan a nadie (con alguna excepción, aún por acotar), no queremos asemejarlo a Saura, aunque sin duda hay inspiración, por ejemplo con bastante claridad en esas cabezas de perro sobre un horizonte, que hunden sus raíces, para Saura y para Robisco, en aquél de Goya, adelantado a su época. No queremos asemejarlo a nadie porque Maxi es Maxi, y no se parece a nadie. Es cierto que tiene unas series picassianas, basadas fundamentalmente en el Guernica, del que sustrae y redibuja fragmentos. O algunas meninas reinterpretadas, una tradición de la vanguardia española. Pero Máximo Robisco es original, único, por varias razones.

Reses en canal.

Para empezar las técnicas. Todavía no sabemos “cómo demonios” conseguía esas texturas, probablemente producidas con tintas inmiscibles en agua, que acabó dominando tras un largo proceso de ensayo y error, además, seguramente, de un intenso estudio: nuestro artista contaba con una amplia biblioteca, que abarca historia del arte, autores, estilos, técnicas, colección hoy felizmente depositada y conservada en su mayor parte en las dependencias del Ayuntamiento de su Luzón natal.

En la mesa de fotografía.

No hemos visto nada parecido, salvo en algunos acuarelistas especializados en crear “granulaciones” (como el británico John Blockley, maestro en la mezcla de tinta y acuarela en sus aguadas de paisajes). Pero, hasta donde se ha podido estimar, y a falta de análisis de laboratorio específicos, parece haber muy poca acuarela en la obra de Robisco. Su obra que creemos más inmadura, extensas series de caras dibujadas con tinta negra, con trazo aún en busca de estilo, a las que añade color a base de gotas de tintas variadas, arrojadas sobre agua, creando difusiones y corrimientos, antes de llegar a dominar el comportamiento vivo de las aguadas, demuestran que disponía de un amplio abanico de tintas de colores para su labor sobre papel. Material de trabajo que no ha sido posible recuperar, tan solo unos pocos óleos y algún bote de tinta en solo dos tonalidades (negro y rojo) han llegado hasta nuestras manos (alguna tinta color sepia compró a Carmen Velilla, nos confirma). Sus texturas, de tinta rota en partículas separadas, atractivas coagulaciones texturales, especialmente en negro, pero también en rojo, azul, pardo, verde, anaranjado, son de una plasticidad notable, de absoluta contemporaneidad por lo que sugieren de estética natural o naturalística. En ellas encaja perfectamente la representación de cráneos y huesos, aunque, contra lo que pudiera parecer, no se prodigó excesivamente en detalles de casquería. Técnica y estética que usa para buena parte de su obra en papel, sobre todo la que intuimos más madura, más obsesiva, más extenuante, más numerosa, delimitando campos de color, quizá marcados inicialmente con un pincel cargado solo con agua, sobre la que se va arrojando el pigmento, extendiéndolo con pinceles, hasta lograr el efecto deseado. Si es así, debió trabajar esta obra en papel en horizontal, sobre mesa, no en caballete, por los corrimientos comedidos, salvo alguna excepción, pero nadie en la familia nos ha podido aclarar este aspecto ya que nunca, hasta donde se nos ha transmitido, lo vieron en plena faena pictórica. Otras veces, dejando que el azar y la magia del agua y los pigmentos trabajen por sí solos para, sobre el resultado, incorporar unos trazos firmes, bien delimitados o en fusión con el fondo acuoso en proceso de secado, que representan una mueca, un craquelado, un solo ojo o media docena, unos dientes.

Trabajando con pequeños formatos.

Hemos enseñado algunas piezas a galeristas de larga trayectoria y a algún artista consagrado. Todos han coincidido en la fuerte personalidad y en la originalidad del autor. Sus mil caras y figuras, o dos mil, literalmente, son un cuerpo de obra consistente y profundo, experimental y exploratorio. Docenas de variaciones, que podemos considerar ensayos o bien series, con un modelo conceptual repetido, “el de la boina”, “el rubio”, “la madre con la niña”, hemos ido bautizando algunos para entendernos entre nosotros ya que Maxi no puso ningún título, ni fechas, ni, en muchísimas ocasiones, siquiera firma, sabemos que es su obra porque ahí estaba toda, recogida, conservada pacientemente por su familia, a la espera de que, ójala, algún día una institución artística consciente decida apadrinarla, conservarla como se merece, y salvaguardarla para el futuro en condiciones óptimas. Dicho sea de paso, la obra está en buen estado de conservación, por más que parte del papel, especialmente el más grueso (Canson 300 g casi siempre), seguramente requiera lavado por cierta acumulación de ácido de origen ambiental; los materiales usados por Maxi eran de calidad, buenas marcas de papel para técnicas húmedas, tintas indelebles, etc., no parece que escatimara nunca en eso, por más que hay algunas piezas, experimentales, en soportes diversos, desde recortes de calendario (uno con una fecha de 2007 que nos ha permitido datar algunas piezas como obra madura, y, con ellas, algunos estilos), folletos de propaganda reutilizados, cartones, etc. Esa apuesta por buenos materiales parece estar indicándonos alguna preocupación por trascender, a pesar de la reserva con la que mantuvo su obra la mayor parte de su vida.

Trabajando en obra grande y cartel de la exposición de 1984.

Queda por hacer un análisis estilístico exhaustivo, del que solo se ha tocado la superficie, que, idealmente, debiera recaer en un especialista académico, para organizar todo ese enorme cuerpo de obra, delimitar periodos, reconstruir la evolución del autor y lograr, en definitiva, una completa comprensión del conjunto. Ahí quedan las fotos y el inventario para quien quiera atreverse. Quizá ese trabajo debiera culminar con la edición de un catálogo razonado, al menos digital, con la obra convenientemente organizada, para que la interesante producción de este artista quede a la vista de todos los amantes y estudiosos del arte y Maxi encuentre, por fin, el espacio que le pueda corresponder en la historia del arte moderno español.

Dos de sus obras en papel.

La contundente obra de Robisco habla por sí sola. No vamos a comentar nada más sobre las temáticas, la estética, la originalidad, las sensaciones que produce, más allá del escueto apunte dado. El arte es una relación íntima entre dos, en la que el artista es tan solo el que propone. Corresponde ahora al espectador enfrentarse al universo ignoto y profundo de Maxi, el carnicero de Sigüenza. Sólo queda agradecer a la familia por la confianza que ha depositado en la Galería y la oportunidad que nos ha brindado de penetrar en el universo de Maxi. Las breves pinceladas biográficas aquí entresacadas beben de información proporcionada por ellos.

La obra en papel de Máximo Robisco en la Galería de Arte Sigüenza.

La exposición “Máximo Robisco, obra en papel”, está teniendo lugar del 14 de diciembre de 2024 al 12 de enero de 2025 en la sala de exposiciones temporales de la Galería de Arte Sigüenza, sala que fue, por cierto, en otro momento de la historia y durante largos años, una carnicería. Cosa que no sabemos si agradaría a Maxi, aunque queremos suponer que sí.

Julio Álvarez
Galería de Arte Sigüenza
Diciembre de 2024

 

Resumen del currículo artístico de Máximo Robisco

1959  Exposición individual, Sala Seral, asociada a la librería Fernado Fe, Madrid.

1965  Exposición en el Instituto de Cultura Hispánica, Sala A.C.I, Ciudad Universitaria, Madrid.

1968  Exposición individual, Galería Círculo 2, Madrid.

1971  Colabora en la decoración y expone obra en el local El Molino, de Sigüenza.

1974  Ilustración en la portada de la revista “La ilustración poética española e iberoamericana”, dirigida por Antonio Martínez Sarrión, Madrid.

1983  Exposición colectiva, Centro Cívico Municipal de Guadalajara.

1984  Exposición colectiva itinerante, “Otra pintura de Castilla la Mancha”, organizada por la Junta de Comunidades, Consejería de Cultura.

1986  Exposición individual, Palacio de la Cotilla, Guadalajara

1986  Cartel exposición cincuentenario Guerra Civil, serigrafía 220 ejs., organizada por la Librería Rayuela de Sigüenza (se puede ver un ejemplar hoy en La Cafebrería).

1989  Participación en talleres de arte en el Palacio de la Cotilla, Guadalajara

1999  Exposición colectiva, Parador de Sigüenza, Mariano Canfrán, Mariano de la Concepción y Máximo Robisco

Años 2000  Expone en la Taberna de la Travesaña (Calle de Arcedianos, plaza del Doncel, Sigüenza). No nos han llegado con certeza otras posibles exposiciones en establecimientos similares en Madrid u otros lugares.

2001  Exposición colectiva, “Artistas de Guadalajara, obra actual”, itinerante por la provincia, organizada por el museo del Palacio del Infantado.

2007  Exposición colectiva sobre el Doncel de Sigüenza, Ermita de San Roque.

2011  Exposición individual organizada por el Ayuntamiento de Sigüenza, Ermita de San Roque.

2011  Donación de un cuadro poco antes de fallecer al museo de Luzón. No sabemos cuántos cuadros más donó o intercambió, se sabe de un intercambio de obra con Manolo Millares.

2020  Exposición póstuma organizada por la asociación cultural SiguenzArte y el ayuntamiento de Sigüenza, Ermita de San Roque.

2024-25  Exposición retrospectiva “Máximo Robisco, obra en papel”, Galería de Arte Sigüenza.

(Datos proporcionados en su mayor parte por Julio Robisco, sobrino del artista.)

 

Lea también: Julio Luis Robisco. Semblanza del pintor Máximo Robisco.

 

 

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