La edad en que se comienza a ofrecer alimentos al bebé distintos a la leche materna o adaptada, el tipo de alimentos y la forma de hacerlo tendrá una repercusión importante sobre la salud del niño. Antes de los cuatro meses ni el aparato digestivo, ni la función de los riñones han alcanzado el grado de maduración óptimo para poder metabolizar alimentos diferentes a la leche materna. A pesar de que el niño acepte los alimentos que le ofrecemos, como pueden ser sopas, cereales, zumos o purés, estamos poniendo en grave riesgo su salud sin ser conscientes de ello.
Por la salud del niño se deben seguir las indicaciones de su pediatra y enfermera, que valoraran ciertos aspectos individuales para manejar la alimentación infantil en los dos primeros años de vida. No existen normas rígidas sobre el orden de introducir los diferentes alimentos, pues depende de factores individuales del niño, tipo de lactancia que recibe, cultura y posibilidades económicas de la familia, así como la disponibilidad de los productos en el mercado.
La alimentación complementaria ha de aportar la mitad de requerimientos nutricionales y energéticos de la dieta del niño, por lo que se debe continuar la lactancia materna o artificial como la principal fuente nutritiva durante el primer año de vida. Existe la creencia de que con papilla estará mejor alimentado, es un error ya que este tipo de alimentos puede aportar unas 50 kilocalorías por 100 gramos, mientras que la leche materna o artificial adaptada en la misma cantidad tienen 70 kilocalorías. Por este motivo las Sociedades Científicas recomiendan que el bebé siga tomando un mínimo de leche de 500 ml diarios hasta los dos años.
Los cereales son los alimentos que se suelen introducir alrededor de los cinco meses. Se deben comenzar por utilizar los preparados hidrolizados sin gluten, a base de arroz, maíz, soja o tapioca, que se diluyen de forma instantánea en leche materna o adaptada y su digestión es fácil para el niño. En la actualidad se recomienda introducir cereales con gluten, a base de trigo, avena, cebada o centeno, mientras el niño está todavía con lactancia materna, ya que ciertos estudios han puesto de manifiesto, de esta forma se produce un menor riesgo en el lactante de enfermedad celíaca (intolerancia al gluten). Cuando la lactancia es artificial, también deben ser introducidos antes de los 7 meses, si no existen aspectos individuales que aconsejen atrasarlos. Las harinas de los cereales sin procesar no son aptas para el consumo del bebé y requieren un proceso de adaptación industrial que facilita su digestión.
Las frutas pueden comenzar a formar parte de la dieta de forma progresiva a partir de los 5 meses. Deben prepararse peladas para no sobrepasar la cantidad de fibra recomendada hasta el primer año de vida, pues su exceso puede disminuir la absorción de micronutrientes esenciales de la dieta como el hierro. Deben ofrecerse maduras para una mejor digestibilidad y trituradas formando una papilla que se debe dar con cuchara, generalmente en la hora de la merienda. Hasta que el niño tenga más de un año deben evitarse frutas con gran potencial alergénico como melocotón, fresas o kiwis. Los zumos naturales deben darse con cuchara o vasito para evitar el riesgo de caries dental, así como es importante que sean cantidades pequeñas para que no remplacen la ingesta de leche o de otros alimentos con más valor nutritivo.
Las verduras son importantes en la dieta del niño a partir de los seis meses. Aportan proteínas vegetales, hidratos de carbono, celulosa, vitaminas y minerales. Deben ofrecerse en forma de puré y no es necesario añadir sal, pudiendo añadir un poco de aceite de oliva después de la cocción. El puré de verdura se debe ofrecer todos los días a la hora de comer, y después de los 10 meses también se puede dar a la hora de la cena, sustituyendo de vez en cuando a los cereales. Siempre se complementará la toma con lácteos hasta cubrir el medio litro de leche al día. Algunas verduras como remolacha, espinacas, acelgas o nabos, por su alto contenido en nitratos pueden ocasionar alteraciones sanguíneas en los niños lactantes. Por este motivo conviene introducirlos a partir de los 18 meses, evitando ofrecer sopas con caldos de estos vegetales a los bebés.
La carne es un aporte muy importante de hierro y de proteínas de alto valor biológico, por lo que debe estar presente en la dieta del niño a partir de los 6 meses junto las verduras, unos 30 a 40 gramos por ración. Se recomienda comenzar por el pollo, pavo y ternera, dejando el cordero y cerdo para después del año. Nunca se debe utilizar carne que provenga de caza con munición de plomo, ya que puede ser muy nocivo para el bebé. Las vísceras tienen el inconveniente de alto contenido en grasas y colesterol por lo que deben evitarse en la primera infancia. En pequeñas cantidades se puede utilizar el hígado a partir de los 10 meses.
El pescado, como merluza, gallo o lenguado puede introducirse a partir de los 10 meses, comenzando con pequeñas cantidades. Se pueden añadir al puré de verduras alternando con la carne dos o tres veces a la semana. Entre los 12 y 15 meses se puede dar pescado azul, como caballa, bonito, salmón o sardinas. El pescado congelado tiene el mismo valor nutritivo que el fresco con la ventaja de precio y disponibilidad.
El huevo podemos introducirlo a partir de los 11 meses, sustituyendo al aporte proteico de la carne o el pescado. El aporte proteico de un huevo es igual a 50 gramos de carne o 60 gramos de pescado. Se debe introducir primero la yema cocida, comenzando por un cuarto dos veces a la semana junto con la verdura e ir aumentando de forma progresiva. Luego introduciremos la clara también cocida de forma similar, sin prisas. La ovoalbúmina del huevo tiene un alto poder alergénico, nunca daremos huevo crudo.
Las legumbres también aportan fibra, hidratos de carbono, proteínas y vitaminas, pero resultan muy flatulentas. Por este motivo deben introducirse lentamente a partir de los 15 meses junto con una parte de verdura o arroz y siempre trituradas. Cuando el niño las digiere o tolera mal esperaremos cierto tiempo para reintroducirlas.
La leche de vaca debe posponerse hasta los 18 meses de edad, ya que es pobre en hierro y menos nutritiva que las fórmulas adaptadas. Siempre se dará leche entera ya que el aporte energético y de calcio será más adecuado a las necesidades del niño.
También es recomendable el aporte de vitamina D a partir de los 15 días de vida, hasta los dos años, independientemente de que se alimente con leche materna o fórmula adaptada, pues es imprescindible para evitar el raquitismo, la osteoporosis y mantener el sistema inmune alerta.
Usted deberá:
Adquirir la costumbre de leer todas las etiquetas de alimentos infantiles.
No añada azúcar, miel, leche condensada o edulcorantes a la dieta del niño. Le estaremos acostumbrando a una apetencia al dulce innecesaria y aumentando el riesgo de caries dental.
Utilice el biberón sólo para leche o agua los primeros meses. Los zumos deben darse en cuchara o vasito.
Los niños suelen probar los alimentos varias veces antes de aceptarlos. Ante el rechazo, espere un poco y vuelva a intentarlo otro día.
Para que un niño coma bien se tiene que ver reflejado en los miembros de la familia. Evite las distracciones, los engaños con la televisión y haga que el niño vea en la hora de la comida un placer.
Nunca, ni de forma ocasional debe dar chucherías y bollería a un bebé. Caramelos, polos y frutos secos son nocivos para su organismo y pueden suponer un atragantamiento mortal para su hijo.
Ustedes como los padres decidirán qué debe comer su hijo, pero cuando el niño esté saciado, no le sobrealimente de forma innecesaria.