Dice el anónimo Romance del Prisionero: “Que por mayo era, por mayo, cuando hace la calor, cuando los trigos encañan y están los campos en flor, cuando canta la calandria y responde el ruiseñor, …”.
Hace unos días muchos de nosotros podíamos considerarnos también prisioneros, por suerte para nosotros en mayo hemos dejado de ser prisioneros a tiempo completo y ya podemos salir, por un breve espacio de tiempo, a disfrutar del canto de la calandria en nuestros campos cerealistas y a oír la respuesta del pequeño ruiseñor escondido entre los arbustos. Y, por supuesto, disfrutar de los campos en flor y del susurro relajante del agua entre las piedras de un río. Y por supuesto el sábado pasado salí a disfrutar de mi primera salida para hacer deporte y, además, gozar de la naturaleza.
Orquídea
Pude comprobar como os comenté, en el artículo anterior, que los guillomos están llenos de sus flores blancas, los pinos tienen los estróbilos machos llenos de polen naranja y los suelos son unas alfombras multicolor gracias a los cientos de flores que los llenan. Me paré a observar las espectaculares orquídeas, los sedum que decoran de un rojo vivo las desnudas rocas areniscas y comprobar que las setas tras las lluvias de abril han salido por todos los lados. Cualquiera que estos días pasee por el pinar puede comprobar como los charcos se han llenado de renacuajos de sapo corredor, disfrutar del canto del agua por todos sus riachuelos, regatos y barrancos y además de recrearse con el canto del macho de la oropéndola que está intentando atraer a la hembra a su territorio o del cuco con las mismas intenciones y al atardecer el croar de cientos de ranas dándonos la bienvenida en nuestro regreso a la naturaleza. Esperemos que hallamos aprendido algo de esta pandemia y seamos más respetuosos con el medio ambiente.
Sedum
No salgo de mi asombro, como se nota que además del Covid-19 hay pocas noticias, y por ese motivo estos días veo reportajes tan exagerados y que muestran un total desconocimiento de la fauna en general que me dan lastima; suelen tener como denominador común un titular del estilo: “La fauna salvaje se apropia de las ciudades” o “Los animales se adueñan de tal o cual sitio”, pero la verdad es que la fauna silvestre está con nosotros siempre, más todavía en un pueblo, y como ejemplo tenemos los halcones en Madrid, Zaragoza o Londres. Pero si nos centramos en nuestro pueblo estoy seguro que muchos de vosotros habéis visto corzos comiendo durante los últimos años en el vadillo, de ahí a la Alameda hay unos pocos metros; o a las ardillas correteando por esa misma Alameda, la Ronda o los pinos del Vadillo; en la misma Alameda donde también ha criado el cárabo durante muchos años, que es la misma en la que el pasado verano una noche tranquila de julio estuve un buen rato observando a un erizo corretear por el paseo central y unos metros más arriba cruzar por las ocho esquinas a una garduña y subirse a los tejados de la calle San Roque, en busca de palomas dormidas o roedores para alimentarse. Podría enumeraros decenas de avistamientos de fauna silvestre dentro del casco de Sigüenza, sobre todo de noche cuando la ciudad duerme y el silencio se apodera de sus calles. Los animales silvestres nos temen, y les asusta el ruido que producen nuestros coches, motos, nuestra música y sobre todo el producido por nosotros mismos. Por ese motivo nos los notamos ya que tienden a permanecer escondidos para pasar desapercibidos, pero si seguimos la regla de oro del acecho: “Detenerse a menudo, quedarse inmóvil y permanecer en silencio” seguro que os sorprende cuantos conviven con nosotros. Resumiendo, podemos afirmar que como estos días de confinamiento ha descendido tanto el nivel de ruido, como la cantidad de personas que se mueven por los pueblos y ciudades, los animales permanecen menos tiempo ocultos y se atreven a salir de sus escondites para adentrarse en el territorio, podemos llamarlo humano, para indagar en busca de alimento o lugares de cría. Pero recordar que siempre han estado ahí y deseo que siempre estén, solamente que nosotros no les prestamos atención.
Encina, guillomo y pino.
Guillomo flores.
Pero vayamos al grano, ¿qué está sucediendo estos días, que vamos a poder y por fin observar en nuestros paseos? Pues además de la explosión de luz y color de los campos y bosques, ya empiezan a florecer majuelos y endrinos, en los suelos florecen tréboles, vezas y, para desgracia de los alérgicos, las gramíneas. Escondidos entre las hierbas altas nacen los primeros corcinos y las lagartijas continúan con sus cópulas entre las rocas calentadas por el sol. Los insectos, mensajeros del amor vegetal, vuelan de flor en flor en busca de alimento, fecundando a su vez a las distintas plantas que forman nuestros ecosistemas. Los pollos de halcón peregrino están constantemente reclamando a sus progenitores comida y por las ramas, descubriendo el mundo por primera vez, podemos observar esas masas de plumón que son las crías del cárabo y el búho chico. Ya están llegando los migradores más tardíos cigüeñuelas, chorlitos chicos, tórtolas europeas, codornices, roqueros rojos, milanos negros, aguiluchos cenizos, los coloridos abejarucos y los miméticos autillos y torcecuellos. Y sin darnos cuenta los cielos se han llenado de vencejos con la llegada de las hembras y comienzan sus persecuciones y sus espectaculares cópulas aéreas. Las primeras puestas de las aves que están con nosotros todo el año, mirlos, carboneros, chochines, herrerillos, currucas, … ya han roto el cascarrón y las primeras generaciones de mariquitas se posan en busca de pulgones. Debemos tener un especial cuidado porque, de igual manera, ya es tiempo de garrapatas y el calor y las lluvias de primavera son el caldo de cultivo perfecto para su proliferación. Para evitar en lo posible las picaduras de las garrapatas se recomienda: usar ropa y calzado adecuados durante las salidas al campo, transitar por los caminos ya trazados y utilizar repelentes tanto para las personas como para los animales de compañía.
Pollos de cárabo.
Mayo y junio son sin lugar a dudas los meses donde más podemos disfrutar nuestros cinco sentidos en plena naturaleza; la vista para disfrutar del colorido de flores, mariposas y aves; el oído para recrearnos con los cantos de aves, ranas, grillos, del agua corriendo por los ríos y del aire entre las ramas de los árboles; el olfato para apreciar los distintos aromas que impregnan nuestros montes con las distintas flores y plantas; el gusto disfrutando del sabor de cerezas, fresas, setas y espárragos trigueros; y el tacto de las plantas cuando paseamos entre ellas o del sol y el agua sobre la piel. Así que ahora que ya podemos ha llegado el momento de salir y gozar de la naturaleza con todo el respeto y cuidado que se merece.
Lagartija colilarga.
Para finalizar comentaros que este es el último artículo de la serie “Naturaleza desde el confinamiento”, espero por el bien de todos que nunca más tengamos que retomarlos y que jamás tengamos que volver a confinarnos por ninguna causa.
Seguiremos en contacto con más artículos a través de La Plazuela, mientras tanto cuidaros y como ocurre en la naturaleza no bajéis la guardia, siempre alerta.
Texto y fotos: Javier Munilla.