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La afición por el conocimiento botánico de las plantas silvestres es una tradición antigua que goza de numerosos adeptos en muchos países, singularmente entre los anglosajones, donde existe esa inusitada apreciación sensible por la naturaleza que desde pagos en uno o dos sentidos más áridos a menudo envidiamos sanamente. Es cierto que la afición por las aves es la reina entre los amantes de la naturaleza, tanto en el extranjero como en nuestro país. Pero la botánica entendida como afición, es decir, como actividad no profesional propia del tiempo libre, no es en absoluto un interés menor en ese colectivo, siendo quizá el segundo tras el de la, así llamada, ornitología. Añadiremos aquí una pequeña disgresión terminológica que conviene señalar de vez en cuando: la ornitología es una ciencia, pero el aficionado, que puede hacer ciencia sin duda y de elevada calidad si es un aficionado serio, en la mayor parte de las ocasiones lo que hace es simplemente, o nada menos que, disfrutar observando a los pequeños alados, sin más pretensiones que un goce esencialmente estético o, a veces, exploratorio.

Podemos citar aquí a Barnett Newman: “La estética es al arte lo que la ornitología es a los pájaros” (recogido por Fernando Zobel en su magnífica recopilación de citas sobre arte de 1974). Los ingleses, estrictos a menudo en estas cuestiones, distinguen perfectamente entre “ornithology” y “bird watching”. En España, haciendo gala de nuestro sentido del humor, se ha venido refiriendo a este colectivo como “pajarólogos” o incluso “pajarolocos”, apelativo simpático y muchas veces plenamente descriptivo.

Quizá no llegamos al nivel de “botanilocos” en España, pero poco a poco, en parte por las modas ambientalistas (que no “ecológicas”, y recordamos otra vez a Newmann), tan aireadas por no decir creadas por los medios, y en parte por evolución cultural de todas las sociedades, el interés por conocer con seriedad, es decir, con fundamento científico, el patrimonio silvestre se va extendiendo como mancha de aceite (despacio pero sin pausa) a cada vez más aspectos, incluido éste de la botánica. No hablamos aquí ni de la afición, que a veces puede ser muy técnica y pasional, por las macetas y la jardinería, ni del conocimiento práctico de unas cuantas plantas especialmente útiles, sabiduría común entre la gente del campo, que a menudo no tiene el interés o, mejor, la necesidad, de indagar cuestiones más formales de las ciencias de los vegetales. Aunque obviamente todos estos aspectos están relacionados. A lo que vamos es al estudio de las plantas como objeto propio de conocimiento, sin más derivaciones que las propias plantas en sí, por más que aquéllas puedan surgir a menudo casi inmediatamente. Añadiremos que, como solo lo que se conoce se aprecia, se puede afirmar que solo el saber arraigado en base sólida y objetiva, es decir, científica puede generar una apreciación robusta y más plena de cualquier aspecto de la naturaleza o, por qué no, de fuera de ella (es decir, de lo antrópico).

El curso de “Introducción a la botánica” realizado el fin de semana del 31 de mayo al 2 de junio, adscrito a la edición de este año de la “Primavera Universitaria” de Sigüenza, se diseñó y se impartió con un único propósito en mente, que no fue otro que el de divulgar. La cuál no es sino otra palabra para decir “fomentar la apreciación” de un objeto concreto de conocimiento: las plantas en este caso. La cuantiosa asistencia (65 inscritos) confirma que la tendencia al aumento del interés por las plantas en particular y por la naturaleza en general con el concurso de herramientas formales de conocimento del objeto de estudio es una tendencia que resulta ya imparable en nuestra sociedad. Los inscritos acudieron a pesar de haber sido “puente” en Castilla-La Mancha y de que la publicidad del curso se hizo por vías informales (whatsapp, facebook, algunos correos electrónicos y algunos carteles en las calles de Sigüenza), lo cuál no impidió que entre los interesados hubiera personas de toda la comarca, a quién en principio iba dirigido, y también de comarcas limítrofes, del resto de la provincia, de la capital provincial o de Madrid (ciudad y provincia).

En el curso se intentó, en primer lugar, dar unas bases generales sobre la clasificación de las plantas. Los vegetales en España constituyen un grupo muy numeroso, como corresponde a nuestra posición en uno de los llamados “hotspots” o centros de elevada biodiversidad del mundo, en concreto el situado en el Mediterráneo Occidental, coincidente con la Península Ibérica y áreas adyacentes. De las más de 6000 especies de plantas llamadas “superiores” (vasculares) presentes en la Península, un 25% de las cuáles, aproximadamente, son endémicas (exclusivas) de ella, contamos en la comarca de Sigüenza con unas 1200 (unas 2400 para el total provincial). Tan elevadas cifras de diversidad solo pueden ser abordadas, como es fácil imaginar, con una labor previa de sistematización.

Y de ahí la necesidad del enfoque científico formal, que incluye el uso de clasificaciones que permitan organizar todo ese enorme conjunto de elementos, así como los métodos necesarios para la labor botánica tal y como se desarrolla habitualmente en esta rama de la ciencia. En el curso se hizo una introducción somera a todos estos aspectos, pero sobre todo se intentó transmitir que solo usando las herramientas conceptuales correctas es posible llegar a un conocimiento profundo de la diversidad vegetal o de cualquier grupo amplio de organismos o del patrimonio natural en general. En todo caso, a los alumnos se les proporcionó la información básica para que, por sí mismos, pudieran profundizar por sus propios medios posteriormente al curso tanto en el conocimiento de los métodos de la ciencia botánica como en el de su objeto de estudio en sí.

Salida al campo camino al pinar de Sigüenza

Las mañanas del sábado y del domingo se realizaron sendas excursiones a dos parajes de los alrededores de Sigüenza (el Pinar, por la cuerda de la Fuente Picardas hasta fuente del Tejar, y el Río Dulce en la Cabrera). La asistencia a las excursiones fue cuantiosa, proxima al total de los inscritos el sábado y de cerca de la mitad el domingo. En ellas se fueron identificando las distintas especies vegetales presentes en cada uno de los itinerarios, aplicando siempre la terminología científica, única válida ante tal conjunto diverso de familias, géneros y especies. El número de especies identificadas en total pudo rondar el centenar, constituyendo estos “paseos botánicos” una introducción para “empezar a andar” en el conocimiento de la flora de la comarca y de la provincia. Se incidió en el reconocimiento en el campo de las familias de plantas, que resultan el esqueleto conceptual imprescindible para navegar por tan diverso grupo y que era uno de los objetivos de divulgación pretendidos en el momento en el que se diseñó el curso. Se confeccionaron materiales escritos originales (una introducción a la ciencia botánica y a las familias más importantes) y se contó con apoyo gráfico suficiente, todo lo cuál quedó a disposición de los inscritos.

Podemos estimar que se cumplió en este curso con los objetivos planteados, divulgación de la ciencia botánica y sentado de unas primeras bases para caminar con cimientos suficientes por ella. Uno de los mayores placeres del amante de la naturaleza, más allá del estético, es el de la exploración, tan caro a las sociedades altamente organizadas, tecnificadas y esencialmente urbanas de nuestro tiempo, en las que poco queda a la improvisación y en las que “explorar” suele suponer, como mucho, recorrer un camino previamente señalizado por otras personas en un entorno, por demás, de elevada belleza natural. La afición por el conocimiento sencillo, sin más pretensiones que abarcar una parte de su diversidad, de un grupo de organismos amplio y complejo como puede ser el de las plantas, brinda la oportunidad del descubrimiento de este placer tan olvidado. Encontrar lo que otros no han encontrado previamente en un lugar, una planta rara por ejemplo, de la que podemos conocer su nombre y su distribución conocida porque hemos adquirido las técnicas para ello, es una de las recompensas más notables que suele experimentar el aficionado a la naturaleza avanzado. Transmitir la posibilidad de descubrir este placer fue otro objetivo, no declarado abiertamente en este caso, cuando se diseñó el curso. Todo en aras de fomentar una apreciación cada vez más profunda de la naturaleza, es decir, de afianzar la necesidad de su conservación como patrimonio fundamental de nuestra sociedad.

Viñeta

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