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Ha llegado septiembre y el otoño se acerca, podemos sentirlo, las horas disminuyen al igual que la temperatura ambiente y es el momento de decir adiós al arco iris alado que ha alegrado nuestros cielos durante los cálidos meses estivales. Hasta el próximo verano, abejarucos.

Fue en 1890 cuando el naturalista británico Edward Wright estaba realizando un estudio sobre los abejarucos, y los largos periodos de observación llevaron a su imaginación a comparar a el colorido de este pájaro con el arco iris. Tras muchas observaciones de su plumaje su decepción fue muy grande al no poder hallar ninguna pluma de color rojo entre la colorida librea de esta ave. Pero no se rindió y tras observar atentamente a los abejarucos descubrió el tan deseado color rojo en el iris de los ojos y desde ese momento los ornitólogos europeos conocemos al abejaruco como el “Arco iris alado”.

Del abejaruco nos llama la atención su colorido plumaje con las partes dorsales rojizas, amarillas y verdosas; las partes inferiores son verdosas y azuladas; la garganta de un brillante amarillo está delimitada por un collar negro y en su cara se puede apreciar un antifaz negro que hace resaltar más aún el iris rojo sangre. Sera por este antifaz por lo que en castellano el epíteto abejaruco quiere decir “de mirada sombría”.

Los machos y las hembras se diferencian por su plumaje muy ligeramente, mientras que los juveniles pueden distinguirse por ser de un color más apagado y tonos más verdosos, poseer el iris marrón, el collar negro poco definido o ausente y la forma de la cola. Una particularidad de estas aves, que comparte con carracas y abubillas, está en su pie de tres dedos, en el que dos de los dedos están soldados por la base formando una suela plantar denominada sindactilia.
Son aves muy sociales que se agrupan en colonias más o menos numerosas dependiendo de la cantidad de lugares propicios para anidar del territorio donde se asientan. Comienzan a llegar a nuestra comarca a comienzos del mes de abril y enseguida emprenden las paradas nupciales, una vez formada la pareja, esta construye su nido en taludes, aunque ocasionalmente si no hay taludes pueden construirlo en el suelo, excavando una galería que puede medir desde medio hasta dos metros dependiendo de la dureza de los materiales del terreno, de esta conducta surge su nombre en latín Merops.

La galería acaba en una ancha cámara del volumen aproximado de una caja de zapatos. Ambos progenitores llevan a cabo la excavación, que realizan con el pico y sacando la tierra con las patas; este duro trabajo les tiene ocupados alrededor de dos semanas, lo cual nos coloca ya en el mes de mayo que es cuando la hembra deposita los huevos que serán incubados por ambos cónyuges. A las tres semanas nacerán los pollos que serán alimentados por los dos padres y a veces puede observarse a otros miembros de la colonia ayudando en el aporte de cebas al nido, que generalmente suelen ser aves que todavía no han alcanzado la madurez sexual. Félix Rodríguez de la Fuente con el equipo del “Hombre y La Tierra” nos mostró el curioso comportamiento de las crías durante la fase de las cebas, recomiendo ver el documental dedicado al abejaruco de dicha serie.

Su dieta se basa en insectos que atrapa al vuelo, principalmente abejas, como su apellido apiaster nos indica, avispas, moscardones y libélulas. Cuando captura insectos con aguijón antes de engullirlos se le puede observar con el insecto en el pico golpeándolo contra un cable o rama hasta que se desprende el aguijón.

Ejemplar joven

Este tipo de alimentación le ha granjeado muchos enemigos entre los apicultores, sobre todo en Extremadura, que llevan tiempo reclamando un control poblacional de la especie. Es muy curiosa la mezquindad que últimamente rodea a todo lo silvestre por parte de los seres humanos, sobre todo en el llamado primer mundo. Pero como bien sabemos la vida da muchas vueltas y actualmente el abejaruco puede ser sin lugar a dudas uno de los grandes aliados, junto a otras aves, de los apicultores en su lucha contra la avispa asiática, devoradora de nuestras abejas melíferas.

Para finalizar este articulo me gustaría destacar que el abejaruco es protagonista en muchas historias y leyendas en toda Europa: Aparece en “El Cantar de los Nibelungos”, poema épico escrito en torno al siglo XIII, de origen germánico; este cantar es mundialmente famoso gracias a la ópera “El Anillo del Nibelungo” de Richard Wagner. En él un abejaruco anuncia a Sigfrido su triste destino. También podemos encontrar al abejaruco en las leyendas del rey Mérops o de Éropo que podemos leer en la recopilación de leyendas griegas “Metamorfosis” de Antoninus Liberalis, autor latino en lengua griega que vivió entre los siglos II-III d.C. Y por supuesto, un ave tan bella no podía faltar entre los poemas de Federico García Lorca, protagoniza el poema “Malestar y Noche” de su libro Canciones (1921-24).

Viñeta

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