La Plazuela en las redesVideos de La Plazuela

Hace poco Quique Jiménez volvió de Grecia donde estuvo como voluntario en un campamento de refugiados, mayoritariamente sirios. Habitualmente Quique vive en Ujados (Serra Norte de Guadalajara) y participa allí en un proyecto de autogestión y huertas ecológicas que desarrolla un grupo de jóvenes. El campamento en el que pasó dos meses se encuentra al lado de Katsikas, un pueblo pequeño que está a noroeste de Grecia.

Para empezar, ¿cómo fuiste allí?
Quise ir de voluntario y me empecé a informar, y dio la casualidad que Julio, de Albendiego, me dijo que se iba para allá, que tenía un proyecto de cocina, de hacer comida; aproveché y fui con él. En un principio empecé colaborando con él pero pronto nos separamos porque él se dedica a la cocina, y yo a la construcción y vi que era bastante más útil en la construcción. Lo normal allí es que llegues por una ONG que te gestiona sobre todo el hospedaje, y cuando llegas, se ve la necesidad de curro que hay en este momento.

Entonces ¿fuiste a través de la ONG de Julio?
“Acción directa – Sierra Norte” es una asociación más que una ONG. Julio lo que hace es cocinar y repartir comida. Empezó en Lesbos cuando llegaron muchísimos sirios allí, luego volvió, y la siguiente vez que fue, Lesbos ya había sido desalojado e hicieron muchísimos campos de refugiados. Parece que en Grecia solo hay dos o tres campos grandes pero hay muchísimos pequeños… Son difíciles de gestionar porque las ONGs casi siempre se centran en los más grandes.

Un voluntario viene, le dan un alojamiento… ¿no?
Sí, pero lo pagas tú. O sea, las ONGs están allí, procuran buscarte alojamiento barato, pero las ONGs no te pagan nada. La manutención, el hospedaje y el vuelo lo pagas tú.

Trabajaste con otros voluntarios… ¿Eran españoles?
Había de todo pero sobre todo como la ONG más grande que gestiona este campo es una ONG de Madrid que se llama “Olvidados”, la mayoría eran españoles.

¿Y qué te pareció todo aquello? ¿Coincidió con lo que esperabas?
En ciertas cosas no era tan duro como pensaba, en otras cosas, sobre todo en el tema emocional no me lo podía llegar a imaginar… Son situaciones, en ciertos momentos, bastante límites. Es un caos absoluto. Y cuesta, cuesta gestionar esto todos los días. Y te va quemando poquito a poco.

¿Por qué dices que es un caos?
Se van creando rápidamente campamentos dependiendo de la necesitad. No están acondicionados para que pueda vivir la gente. Están en tiendas de campaña que no son impermeables y no tienen suelo, duermen sobre las piedras. La zona del campamento era de muchas lluvias, entonces cuando llovía, el campamento se inundaba literalmente. No tiene sistema de drenaje, no tiene váteres, no tiene duchas… Pusieron 30 váteres químicos de los que te ponen en una obra. Los árabes están acostumbrados a “placas turcas”, por eso en vez de estos váteres utilizaban tiendas vacías. Como no hay sistemas de alcantarilla, las fugas se mezclan con las aguas de lluvia, se crean focos de infección grandísimos, un olor tremendo. A nivel de infraestructura es horroroso. El tema de salubridad se intentaba gestionar con el Ejército. Es difícil debatir con él porque te dicen “no”, y - no. Le presentamos el proyecto de hacer zanjas en todo el campamiento para que cuando lloviese se desagüe en el campo. Nos dijeron que no, luego que sí, luego otra vez no… Además, hay ONGs que presencialmente no están allí —me refiero a las grandes ONGs que tienen subvenciones de la UE— pero tienen poder de mandar. No hacen nada, solo paralizar las cosas.

¿Qué hacías tú en concreto?
Por ejemplo, hacía suelos de madera porque el campamento es un empedrado de piedras grandes. También hacía baúles grandes para material escolar, para que no lo robasen. El Ejército cedió un hangar a las ONGs para meter la ropa; y toda la infraestructura dentro del hangar, como las estanterías, las hacía yo. Un poco de todo.
Después haces mil cosas. Por ejemplo, viene un camión de no sé cuántas toneladas de ropa y hay que descargarlo. O hay una inundación en el campo y hay que salir hacer zanjas para que no se inunden todas las tiendas.

¿La gente de allí, los refugiados, ayudan?
Unos sí y otros no. El proyecto que estaba en mi cabeza cuando salí de España era ofrecer a los refugiados —y lo ofrecí— hacer una huerta para que tuviesen la comida fresca. El problema es que la mentalidad de los refugiados es la de que no van a estar allí mucho tiempo: “Yo en una semana estoy en Alemania...” Entonces, me eché para atrás porque vi que no era válido el proyecto. Hay algunos que ayudan, otros que pasan y hay otros que hacen todo para entorpecer, quieren más que los demás e intentan siempre  robar o coger de más.

Y por ejemplo, la madera para los suelos ¿de dónde viene allí?
Depende para quién haces el trabajo. Por ejemplo, las escuelas. Allí el tema de educación lo lleva una ONG sueca que se llama Lighthouse, y entonces me pidieron hacer el suelo, yo les di el presupuesto del material, y me dieron el dinero, lo consiguieron a base de donaciones. Pero si tienes algún proyecto propio, siempre hay voluntarios que vienen con donaciones que han cogido aquí en España y te las dan.

¿La comida la da el Ejército?
Cuando llegamos, el Ejército les daba una comida al día. Y también había una ONG alemana que daba una comida por las noches, para mil y pico refugiados. Había que estar todo el día cocinando para la cena. Julio se encargó de la cena con otra ONG que se llama Khalsa. Ahora me han informado que el Ejército ha prohibido repartir comida y han cerrado la cocina.

Están metidos allí… y ¿sale alguien? ¿La máquina burocrática procesa algo?
Hay promesas. Pero es todo mentira. A los 4 días de llegar yo, los refugiados se manifestaron. Y cortaron la autopista que estaba al lado del pueblo durante 36 horas. Después vinieron los antidisturbios, detuvieron a unos cuantos. Y a partir de allí hacen promesas para que gente crea que pueden cambiarse las cosas.

¿Y no huyen?
Sobre todo la gente joven que no tiene familia intenta cruzar la frontera. Pero en mi campamento la mayoría eran familias. Cuando me fui eran 1.200 refugiados, y entre ellos 400 niños menores de 10 años.

Los refugiados ¿qué tipo de gente es?
Hay empresarios, de nivel de economía media-alta. Hay obreros. Y hay de todo tipo de gente, pero casi todos buscan ir a  Alemania. No sé si hay alguna persona que dice: “Yo he salido de Siria, allí estaba a gusto, pero ha venido la guerra, y tuve que salir corriendo, pero me conformo con estar en campo, vivir en un pueblecito pequeño”. El objetivo de casi todos es el capitalismo puro y duro. Ir a la ciudad, currar 15 horas al día y ganar mucha pasta. También hay que tener en cuenta que necesitan dinero para traer a Europa a su familia.

Con los refugiados ¿te llevabas bien?
Con la mayoría sí. Después, hay de todo. Hay una minoría, como siempre en todo el mundo pasa, que se enfrentan a ti, que te roban en el hangar material, presionan o acosan o agreden a otras personas en el campamento. En un par de ocasiones me ha tocado empujarme con alguno de ellos pero no ha llegado a más.

¿Entre voluntarios también hay árabes?
En mi campamento había una chica, una currante, un amor, Amira se llama, de Marruecos. Y también otro chaval árabe, de Khalsa, de la cocina. Pero muy pocos árabes.

Y la gente de alrededor, que viven en pueblos ¿qué postura tienen?
Que ya tienen ellos un problema con la crisis como para estar soportando a los sirios aquí y mantenerlos. El típico discurso. Después, hay gente que dice que sí, que hay que ayudar. Hay algunos que van de voluntarios, por supuesto.

El material que llega allí ¿realmente es necesario?
“Olvidados” es la ONG que se encarga de envío de materiales a Grecia desde España. Me he pegado mucho con esta ONG porque cogen todas las donaciones. Y algunas veces envían cosas o inútiles o que ya tenemos de sobra. No me vale que me envíes bikinis para mujeres árabes que no se los ponen. En el último envío había 10 cajas. Eso sí, hay que gestionar y coordinar mejor entre ONGs, sobre todo entre las grandes, cada una va a lo suyo. Y hay mucha rotación de voluntarios, les explicas lo que tienen que hacer, y cuando han aprendido, se van y vienen otros…

Algunos vienen de vacaciones...
Claro. Y vienen con ideas que no pueden ser. “Voy a coger una bolsa de caramelos y repartirlos” — “No. Eso no lo vas a hacer”. —  “¿Por qué?” —  “Porque en una bolsa tienes 30 caramelos, y son 400 niños y van a matarse entre ellos y a matarte a ti”. Esta gestión hay que hacerla muy bien porque en el campamento están ojo avizor para ver lo que se reparte. Repartes, cuando tienes capacidad de repartir para todos. No podíamos repartir colchones hasta que conseguimos 220 colchones para las 220 tiendas que había.

¿Hay alguna estructura entre ellos para organizar el reparto?
Con las estructuras hay que tener cuidado, porque la gente que maneja el campamento es la gente mafiosa. Capacidad de organizarse, vi poco. Aunque, por ejemplo los kurdos, están bastante bien organizados.

Parece complicado, sí.
Otro tema complicado es la medicina. Al principio casi no había médicos… Al final llegaron “Médicos sin fronteras” y “Médicos del mundo” pero… se dedican sobre todo a hacer curas rápidas. Y hay casos de graves enfermedades que necesitan tratamiento. Hay una ONG de bomberos que ahora está gestionando traer a España a dos niños pequeños que tienen cáncer y no reciben ningún tratamiento allí. Esta ONG es con la que me voy ahora, no tengo dinero para ir, no tengo curro y no gano dinero. Y esta ONG me ha ofrecido sufragarme los gastos, el avión y el alojamiento.

¿Vas para mucho tiempo?
No lo sé. Hace falta allí gente capacitada, no solo voluntarios sino gente capacitada que sabe lo que hace...  He cogido solo un billete de ida.

¿Hiciste amigos allí?
Con los refugiados me llevaba bastante bien aunque la falta de comunicación por el idioma impide muchas cosas. Algunos días procuraba dejarme la tarde libre, sentarme con ellos… También hice unas carpas para la sombra, unos bancos para que pudiesen estar a gusto, jugar a cartas o lo que sea… me sentaba con ellos. Intentábamos comunicarnos... Me enseñaban fotos de Siria, de la guerra, de su familia… A veces era duro, llegabas a casa y empezabas a llorar como un niño de las penurias que te contaban.  Pero la relación más estrecha era con otros voluntarios. Formábamos una piña. Como necesitas bastante cariño y protección, porque hay días de bajones, nos apoyábamos mucho.

¿Por qué quieres volver?
Digo a mucha gente que quiere ir allí: no vas a solucionar nada, vas a ir a parchear. Vas a hacer una cosa puntual para ayudar a una persona en ese momento del día. Y eso, para mí, era valioso también. No solucionas nada a nivel general, pero a nivel individual yo me siento útil. 

¿Cómo se puede ayudar desde aquí?
Haciendo movilizaciones y presionando a Bruselas y a los gobiernos europeos para buscar una solución. Llevan casi un año ya en estos campamentos. Vienen de la guerra, han muerto sus próximos, muchos tienen balazos, traumas sicológicos, enfermedades, mutilaciones y están encerrados allí, hay que ayudarles y darles una solución.

Viñeta

Archivo de humor gráfico:

• Galia

• JMC

 

 

 

Ediciones de La Plazuela - El Afilador

¡Nuevo!
Agotado