Después de tener programado para este año un viaje a Guinea Ecuatorial y Camerún, viaje frustrado por el coste que suponía, Antonio Cano Montoro y yo optamos por un país también en el golfo de Guinea, pero de habla portuguesa, esto es, Santo Tomé y Principe, país poco conocido, al que mucha gente ubica en el Caribe. Para nosotros era una gran incógnita lo que nos íbamos a encontrar.
El país lo forman dos islas y algunos islotes, tiene alrededor de 185.000 habitantes, todos descendientes de portugueses y esclavos llevados para trabajar en las abundantes plantaciones de cacao y café. El habla es principalmente portuguesa, aunque en algunas comunidades hablan lo que allí se llama el criollo, que son lenguas procedentes de Cabo Verde, Benín y Angola.
Las dos islas principales son patrimonio mundial de la biosfera, y son de origen volcánico, muy montañosas, en el que encontramos selvas, montañas y playas. El país tiene visitas diferenciadas, por una parte playas maravillosas con hoteles de lujo, para determinado tipo de turistas, y muchas rutas de trekking para mochileros.
También son muy interesantes las visitas a las antiguas haciendas de cultivo de cacao y café de los portugueses y toda la red de ferrocarriles que existían para llevar la producción a los puertos de carga. Hoy en día, salvo algunos de estos complejos llamados “roças” (rosas) que están restaurados, el resto están en ruinas por el abandono de los colonos portugueses, después de la independencia.
En general las playas están limpias y tranquilas con posibilidad de bañarse. Los demás países del golfo de Guinea, Benín, Costa de Marfil, Togo, Ghana y Guinea Conakri en las que hemos visitado las playas o bien tienen un oleaje muy peligroso o plásticos y mierda por todos lados.
Contratamos un circuito para ver las dos islas y todo transcurrió según lo programado, salvo las incidencias que mencionaré. El país solo tiene conexión con Europa vía Lisboa.
Llegamos a Santo Tome al anochecer. Eramos unos 50 viajeros. Santotomenses, varios turistas portugueses y nosotros. A la hora de recoger las maletas, todo el mundo cogió la suya, y la mía no llegaba, y, transcurrido un tiempo, efectivamente la mía no apareció. Esta situación tan incómoda duró solamente dos días. Nos vino a recoger un coche para llevarnos a nuestro hotel. El chofer nos dejó en un hotel y se fue sin esperar a que nos dieran las llaves de las habitaciones. Después de un buen rato el recepcionista nos indica que nosotros no tenemos reserva en el hotel y no podía alojarnos. En ese momento nos dimos cuenta que nos habían dejado en un hotel que no era el nuestro. Gracias a la amabilidad del personal de recepción, que nos cedió la clave de la WIFI pudimos contactar con España, que a su vez contactó con el organizador del viaje. Este vino personalmente, nos llevó a nuestro hotel, después de una hora larga, y posteriormente nos llevó a cenar a un restaurante. Este personaje, que nos dijo que tenía muchos contactos, se encargó de que en poco tiempo me llegara mi maleta a la puerta de mi habitación, en dos días, en un hotel que también era de su propiedad. Este tipo con múltiples negocios en las islas es un italiano al que llaman Tiziano, un autentico conseguidor de manual.
Al día siguiente salimos de nuestro hotel, y lo primero que hicimos fue ir a un almacén de chinos, existe uno y es el comercio mas grande de Santo Tomé, para comprar todo lo que pudiera necesitar por la perdida de la maleta, y que en teoría se haría cargo el seguro contratado. Comercio destartalado, desordenado, con cámaras frigoríficas que no funcionan y con la peor mercancía posible. Existen también algunas tiendas de ropa buena, y también la que venden en el mercado central, que es toda de segunda mano.
Después de las compras nos dirigimos a la Roça Agostinho Neto, que fue la mayor plantación de Santo Tomé de cacao, con edificios imponentes, aunque desmoronados, con un enorme hospital precioso, y en el que aún viven varias familias. Por el camino, la costa noroeste de la isla, nos encontramos con bosques de baobabs, pueblos de pescadores y preciosas playas, como Playa del Lago Azul, y Playa Ribeira Funda, aguas turquesas y con baobabs muy cerca del agua. Pasamos por la ciudad de pescadores de Neves y también por el punto Anambó, donde llegaron los primeros portugueses en 1470. Por la noche llegamos a nuestro hotel, un eco-lodge alejado de cualquier punto de población y por lo tanto sin posibilidad de salir de paseo. Este hotel propiedad de Tiziano tiene restaurante. Los platos son italianos, y se me ocurrió pedir spaguetti carbonara. Dos días de terrible diarrea me costó la maldita pasta.
Al día siguiente nos recoge otro guía, y nos indica que durante todo el día íbamos a realizar caminatas para recorrer diversas plantaciones de cacao y café. Nos extrañó mucho, ya que nosotros no somos de caminatas y así se contrató el viaje. Aguantamos un par de horas en el que llegamos a una comunidad de secado de cacao, interesante, con edificios antiguos portugueses. En ese momento nos plantamos, yo no podía ni quería seguir e indicamos que nos fuera a recoger un coche.
Una vez en coche recorrimos varias antiguas factorías de cacao, cooperativas de elaboración de chocolates y vistas espectaculares de la selva tropical, grandes acantilados rocosos en la costa y poblaciones de pescadores.
En los siguientes días pudimos visitar un espectacular salto de agua, la cascada de San Nicolas, paseo en canoa por unos manglares vírgenes, con multitud de aves, y también pudimos degustar en el restaurante de la casa colonial Almada Negreiro un menú degustación de 12 platos maravillosos, elaborados por el cocinero Joan Carlos Silva, de fama mundial, y con un programa gastronómico en la televisión portuguesa.
Circulando por una carretera, pudimos observar el Pico Cao Grande, espectacular formación rocosa, una chimenea volcánica, convertida en icono de la isla, que emerge entre una gran extensión de palmeras.
En nuestra visita a las playas del sur, pudimos ser testigos de una suelta de tortugas recién nacidas; en una de las playas existe un cercado donde entierran los huevos de tortuga recuperados de animales capturados o heridos. La suelta de crías es preciosa, se llevan a unos metros de la orilla y ellas mismas salen todo lo deprisa que pueden hacia el mar. Increíblemente una multitud de aves rapaces están pendientes de esta suelta, y no sabemos si algunas crías se salvan de esa cacería. Ese mismo día, ya por la noche, fuimos a otras playas para observar la entrada en tierra de las tortugas que van a desovar. Como era ya el final de temporada del desove, solo pudimos ver a una tortuga de mediano tamaño que entró en tierra, se acerco al final de la arena y empezó a cavar para poner los huevos. Desafortunadamente era un sitio pedregoso, y el animal se volvió al mar sin desovar.
Al día siguiente fuimos en canoa al islote de Rolas. El día parecía tranquilo y nos desplazamos en bañador y con una toalla como equipaje. El islote tiene una pequeña comunidad de pescadores. Pasamos por esta población y nos encaminamos por un camino de tierra hacia el punto con mas altura del islote, donde existe una señal de piedra en forma de faro o señal y una especie de mirador. Justo en ese punto confluyen la linea del Ecuador y la linea del Meridiano de Greenwich. Por lo que, se puede considerar que el punto es el centro del mundo, por lo menos en una interpretación teórica.
Después de esta visita, y antes de comer, decidimos bañarnos en una de sus pequeñas y preciosas playas. En el momento que salimos del agua empezó a llover de forma copiosa y nos refugiamos en un chamizo de tablas y paja, pensando que sería el típico chaparrón tropical. En poco tiempo, en el lugar donde estábamos, caía agua por todos lados, a la vez que el suelo era un charco por el que corría el agua. En esta situación, mojados por todos lados, nos trajeron la comida. La situación cada vez era mas penosa, porque no paraba de llover, y estábamos en un islote sin posibilidad de salir y sin ropa ni forma de secarse. Después de cinco horas de incesante lluvia, y en un momento que paró de llover, salimos hacia el pueblo de pescadores, esperando a poder salir de allí. En la comunidad había unas 16 personas en nuestra misma situación.
La alternativa era quedarse a dormir en dos camastros de una cabaña de pescadores para todos. En un momento se decidió salir en canoa, 16 personas para una embarcación pensada para 6, y sin chalecos salvavidas. Salimos todos mojados y en ese momento volvió a llover de forma intensa. El trayecto de media hora en una canoa en el que entraba el agua de un mar agitado, y llovía muy fuerte ha sido uno de los momentos en que puedes pensar que todo se va a acabar, pero llegamos, nos secamos como pudimos y salimos nuevamente hacia la capital.
Después de visitar todo el norte de la isla, y las playas del sur, la siguiente etapa del viaje era ir a la otra isla, esto es, Principe. Se puede ir de dos formas, en avioneta, en el que se tarda 35 minutos, o en barco. Hay dos tipos de barcos de pasajeros para ir, uno tarda 12 horas, y el otro mas pequeño, 24 horas, y es el transporte que utilizan los isleños.
El avión es de 16 plazas, y hay que tener cierto cuidado con las fechas. Hay que dejar cierto margen de días porque si llueve, el avión no sale, y si vas a la vuelta muy ajustado se corre el riesgo de perder el vuelo a Europa.
El aeropuerto de la isla es mas pequeño que la estación de tren de Sigüenza, Me dio la sensación de algo familiar e íntimo.
La isla tiene una población de 8.000 habitantes, y su capital, San Antonio tiene 7.000 habitantes, el resto se distribuye en pequeñas comunidades de pescadores. La sensación, al visitar la ciudad es de orden, limpieza, gente amable, simpática, feliz. Tres cuartas partes de la isla es reserva mundial de la Biosfera, muy montañosa, y toda cubierta de una vegetación frondosa y a la vez maravillosa. En la isla existen varios hoteles de gran lujo, pero construidos de tal forma que desde la costa no se ven las construcciones.
Visitamos varias Rosas con ese sabor de lo antiguo en decadencia, con las dependencias de los amos, las barracas para los esclavos, los hospitales. Algunas de estas Rosas están rehabilitadas como hoteles, y son preciosas. En una de ellas vimos una exposición de fotografías, maravillosas, con la historia de la isla. En una de ellas vimos que existe una fiesta tradicional llamada de “moros y cristianos”, herencia y tradición portuguesa, ya que los moros no llegaron ahí. con vestimentas muy coloridas. Nuestro guía nos indicó que el personaje que aparece en las fotos como rey moro, sería nuestro barquero al día siguiente.
Efectivamente conocimos al barquero, que nos hizo un recorrido por casi todo el contorno de la isla, con vistas preciosas, sobre todo en la parte montañosa que corresponde con la reserva natural, También pudimos parar en algunas playas vírgenes y escondidas, y también visitar algunas comunidades de pescadores muy aisladas, aunque en esa isla con tan pocos habitantes, todos se conocen, todos son familiares, nueras, primos, tíos etc.
Ya de vuelta a la isla Santo Tomé, recorrimos la ciudad, el puerto, la antigua fortaleza portuguesa, y algunas empresas de producción de vainilla, chocolate y café. La visita obligada era el mercado central, en el que se puede encontrar de todo. Ropa de segunda mano, carnes, pescados, aceite de palma, frutas, algunas desconocidas,comida preparada y lo que mas nos llamó la atención, puestos de medicinas de todo tipo, desde antibióticos, laxantes, antiinflamatorios, vendas, calmantes todo en un revoltijo y muchas veces expuesto al sol.
Cuando llega la hora de volver a casa, siempre hago una reflexión sobre el país que visito. En este caso Santo Tomé y Principe no tiene grandes monumentos, para las personas que aman la playa, hay algunas realmente maravillosas. Para la gente que le gusta realizar caminatas y treking por la naturaleza, tienen miles de rutas, pero para mi, lo realmente importante, lo que admiro, lo que mas me gusta, es la gente.
Comunidades de personas que viven en pobreza, pero no miseria, tan agradables, tan educadas y simpáticas, es lo mejor que te puedes encontrar. Gentes que en su pobreza son felices, nos debería hacer reflexionar sobre nuestra forma de vida.