En la provincia de Huelva
había un molinero honrado,
que ganaba su sustento
con un molino arrendado…..
Así cantaba el músico y folklorista Joaquín Díaz allá por año 1969 el conocido romance La molinera y el Corregidor, una de tantas manifestaciones tradicionales que reflejaban la histórica relevancia del mundo de la molinería en la vida de las gentes del campo.
Y Sigüenza no podía ser de diferente manera, hallándose enclavada como lo está en un ámbito geográfico cuya producción agrícola se basa en gran medida en el cultivo de cereales, y por lo tanto en la elaboración de su producto derivado más inmediato, es decir, la harina obtenida a partir de la molienda del grano. Llama por lo tanto la atención el escaso interés que ha suscitado hasta ahora entre los investigadores de los asuntos de Sigüenza el estudio sistemático y riguroso de su sistema molinero, a pesar de haber constituido históricamente un recurso económico de primer orden para la localidad. De igual manera –quizá sea otra cara del mismo fenómeno- se constata cómo en la actualidad apenas si van quedando en pié testimonios de lo que fue un rico patrimonio paleoindustrial que estuvo –como las salinas, otro patrimonio histórico dramáticamente en trance de desaparición-, íntimamente asociado a la formación de la ciudad de Sigüenza. En ese sentido es de lamentar que no exista en la actualidad ninguna figura de protección que ampare y preserve al conjunto de componentes molineros seguntinos a nivel tipológico, ya sea en el ámbito de planeamiento municipal ya sea en el de la normativa autonómica, entendidos aquéllos como un sistema total. Sistema cuya finalidad última era el aprovechamiento no invasivo de los limitados recursos hídricos locales mediante la aplicación de una tecnología sabia dentro de su ancestral sencillez.
Horna. El molino de la Tía Justa, inmerso entre la vegetación y bordeado por el río Henares recién nacido.
Aunque hay que admitir que el conocimiento que poseemos en la actualidad de los asentamientos anteriores a la repoblación cristiana es todavía escaso, cabe inferir que ya existirían instalaciones molineras con anterioridad a la aquella, siendo estas por lo tanto de origen hispano-musulmán. De hecho está bien estudiada la fértil actividad andalusí en la generación de tales ingenios (Camarero, 2013), y prueba de ello es la asidua presencia en nuestro lenguaje de términos de raíz hispano-árabe que describen elementos o conceptos relacionados con la actividad molinera, o próximos a la misma. Así, azeña (del árabe hispánico as-saniya: molino harinero de agua situado en el cauce de un río. RAE); maquila (del árabe hispánico makila = medida: porción de grano correspondiente al molinero por la molienda. RAE); azud (del árabe hispánico assúdd = barrera: presa pequeña en un río. RAE); acequia (del árabe clásico as-Saqyha: zanja o canal donde se conducen las aguas para regar y para otros fines. RAE); alberca (del árabe hispánico al-birka: construcción que contiene gran cantidad de agua. RAE). Etc. etc.
En todo caso no se han documentado hasta la fecha testimonios de molinos en los asentamientos andalusíes conocidos del alfoz seguntino. Bien es verdad que estos eran apenas alquerías o modestas agrupaciones de edificaciones (Barba, 2016), y además poco numerosos: según Gª Contreras, estos se reducen a unos nueve (entre ellos Aldehuelas, Romanones, Barbatona y Aragosa), y según Retuerce-Velasco (1994) se contabilizarían apenas tres, a los que habría que añadir la propia Sigüenza superior (Barba, 2016). Por consiguiente, cabe afirmar con Gª Contreras que la creación del sistema histórico de molinos harineros en Sigüenza estaría asociada a la operación de repoblación feudal cristiana acaecida entre los siglos XII y XIV tras el desplome de la Marca Media andalusí, completada más tarde en época bajomedieval (ss. XIV a XVI).
El territorio en el que se asentaba el recién estrenado señorío está configurado por una topografía irregular que se sitúa a caballo entre el sistema Central y el sistema Ibérico, la cual se caracteriza por la presencia de unos desniveles considerables entre sus parameras u otras elevaciones, y las planicies que las separan. En un ámbito donde el agua era un bien escaso, la localización de los asentamientos generados por la repoblación cristiana estuvo fuertemente condicionada por la presencia de aquella; en consecuencia se privilegiaron para la elección del emplazamiento de aquellos las cuencas fluviales existentes, y más concretamente las medias laderas que disfrutaban de buenos manantiales. El río Henares -cuyo nacimiento se produce en las proximidades de los límites septentrionales originarios del señorío seguntino- es ciertamente el curso fluvial vertebrador de su territorio, siguiendo una marcada dirección noreste-suroeste. Los otros ríos principales son dos afluentes del primero: el río Salado con sus afluentes, cuya cuenca se sitúa al oeste de la del Henares, y el río Dulce, que discurre al este de aquel.
Horna. Molino del Tío Facundo.
El proceso de repoblación cristiana de toda la Marca Media estuvo caracterizado desde el punto de vista productivo por una decidida priorización por parte de los señores feudales de los cultivos de secano, lo que llevaba asociado así mismo el fomento de las instalaciones molineras, gestionadas mayoritariamente en régimen de arrendamiento (Torró y Guinot, 2012). En ese sentido el señorío seguntino se incorpora plenamente a esta dinámica general del período feudal, y para favorecer dicho objetivo productivo se procede además a drenar los lechos de los grandes valles de su territorio con nuevas redes de canalizaciones. Son numerosísimos los documentos medievales que ponen de manifiesto el vivo interés “institucional” por los molinos y por sus prestaciones económicas, y por esta razón dichas instalaciones o sus rendimientos figuran a menudo en cartas de donaciones reales. Así, en el caso del Señorío de Sigüenza ya aparecen mencionados en 1124 los molinos de la Riba de Santiuste en la carta de donación de dicha villa a Bernardo de Agén por parte de Alfonso VII, incluyendo además, las salinas, fuentes, prados y demás posesiones asociadas:
facio cartam donationis sancti Marie seguntine ecclesie….. de castro Sancti Justi cum ómnibus suis hereditatibus et cum illa villa de la Riba cum toto suo directo videlicet cum salinis, portaticis, pratis, turribus, molendinis, montibus, fontibus exitibus et regressibus…..
Y en el mismo año de 1124, Alfonso VII dona a la Iglesia seguntina otros molinos de propiedad real, entre otros el molendinum etiam de abu babrel, y el molendinum etiam de estiniela, así como parte de los beneficios de otros in atencia, in medina et in sancto justo (Minguella y Arnedo, 1910). En 1144, el obispo Bernardo efectúa ciertas donaciones al cabildo a raíz de la institución de la regla de S. Agustín para los canónigos, entre las que se encuentran los beneficios de los molinos de ville seguntie, medine, sanct iusti et attencie. En 1181, doña Blanca, hermana del obispo Bernardo, vende Séñigo y Moratilla al obispo Arderico en 1181, cum omni collatiis molendinis. (Minguella y Arnedo, 1910). Y así sucesivamente.
Las formas de ocupación y gestión de las posesiones que conformaban el territorio del episcopado seguntino -incluido su sistema molinero- llegaron a consolidarse plenamente, perviviendo -de manera corregida y aumentada-, hasta el momento de la abolición de los señoríos acaecida en 1837. De manera que los datos recogidos en el Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar por Pascual Madoz entre 1845 y 1850 suponen una inestimable fuente de información para conocer de primera mano cual era el alcance de la molinería de cereales en los territorios seguntinos al final del ancien regime.
Molino de Alboreca.
En efecto, en dicha magna obra –referente documental ineludible- están reseñadas de manera sistematizada todas las industrias presentes por aquel entonces en los términos municipales que habían constituido hasta hacía bien poco el señorío seguntino, incluidas las instalaciones molineras y demás ingenios movidos por agua. Efectuando un rastreo de las localidades que en la actualidad configuran el término municipal seguntino, la suma de los molinos operantes en aquellas fechas asciende a veinticuatro aceñas, a las que habría que añadir seis más presentes en aquelloos términos que pertenecieron históricamente al señorío de Sigüenza y que en la actualidad son municipios independientes, más otro molino histórico identificado en una fuente distinta al Diccionario: puede concluirse de este inventario que en total, Sigüenza y su alfoz poseían en 1850 la nada despreciable cantidad de treinta y un molinos harineros. A esta cifra hay que añadir además diez batanes y dos fábricas de papel. Porque, en efecto, los molinos harineros no eran los únicos ingenios que funcionaban aprovechando la energía hidráulica; así, los batanes, que eran mecanismos en los que el agua movía gruesos mazos de madera que servían para golpear con fuerza los paños y tejidos hasta dotarles de la homogeneidad y consistencia necesarias. De igual manera, las fábricas de papel empleaban el agua para obtener la pasta de papel y lavar los productos finales. Y finalmente, las norias permitían elevar el agua desde su cauce hasta la altura de uso.
Todos estos ingenios necesitan para funcionar de una energía que mueva sus mecanismos, pudiéndose dividir sus tipologías en tres grupos en función del origen de esta: de aire, de agua y “de sangre” (es decir, con tracción humana o animal) (Caro Baroja, 1995). En el caso seguntino, aunque llegaron a emplearse mecanismos de los tres tipos, el modelo de molino históricamente dominante ha sido el de agua. En síntesis, este tipo de molino se alimenta del agua almacenada previamente en una alberca, tras ser derivada del río aguas arriba mediante un azud o una acequia. El agua pasa a un depósito construido en sillería y de altura variable denominado cubo, el cual está dotado en su parte baja de una abertura, el bocín o saetín, por el que sale el agua a presión. El potente chorro se dirige a la parte inferior de la maquinaria del molino, el rodezno, que es una rueda horizontal de madera dotada de palas (las cucharas), situada en la base de un fuerte eje vertical, el árbol. Este mástil transmite el movimiento circular a una de las piedras de moler (las piedras bazas), la denominada muela, que gira sobre la inferior fija, llamada cama. La parte del mecanismo constituida por las piedras se halla en una estancia principal, la cual alberga los restantes componentes del sistema. Así, por encima de las piedras bazas se encuentra la tolva, recipiente de madera en forma de pirámide invertida donde el molinero deposita el grano de la molienda, cuyo contenido cae por un orificio sobre un hueco circular, el ojo, situado en el centro de la muela. A medida que el cereal es molido por la acción de las piedras, el producto final es expulsado hacia el exterior de las mismas, quedando retenido por una funda de madera llamada reor que envuelve a las piedras, para salir finalmente por la piquera e ir a caer sobre el depósito final, el harinero. Exteriormente a la edificación, una acequia auxiliar denominada aliviadero permite desviar de la instalación el agua sobrante o incluso cortar su suministro antes de que esta llegue al interior de la misma (Pérez Martín, 2017).
Interiordel establecimiento "Molino de Alcuneza", una vista de su maquinaria decimonónica en perfecto estado de funcionamiento.
Pasamos ahora a apuntar algunas nociones que, sin querer ser exhaustivas, pretenden aportar una panorámica más particularizada sobre el conjunto de molinos albergados por las distintas cuencas de los ríos seguntinos. Iniciaremos el recorrido por la del río Henares, si bien dejando los molinos de la villa para un momento posterior en razón de su entidad y de la singularidad de sus características; e igualmente trataremos en una segunda entrega los molinos de las otras dos cuencas.
Ya desde su nacimiento en las inmediaciones de la localidad de Horna el río Henares proporcionaba caudal suficiente como para alimentar a un buen número de molinos (Madoz anota en la localidad cinco molinos y tres batanes). La actividad de estos molinos se prolongó hasta tiempos relativamente recientes, habida cuenta que -según informaciones de primera mano aportadas por nuestro buen amigo José María Zoya Asensio, originario y vecino de la localidad, además de antiguo compañero de fatigas profesionales- algunos de estos molinos estuvieron funcionando hasta finales de la década de los ‘60 del siglo pasado, aunque en la actualidad se hallen todos en desuso como tales, si no directamente arruinados. Chema Zoya apunta que no llegó a ver ningún batán, pero sí recuerda seis molinos, los cuales eran conocidos por los nombres de sus propietarios. El más próximo al nacimiento del río era el de la Tía Justa, clausurado en la actualidad e invadido por la maleza, pero con su techumbre y sus componentes exteriores en aparente buen estado; este molino se halla en un paraje umbroso y fresco de lo más encantador. También al borde del caserío está el molino del Tío Facundo, habitado por su actual propietario D. Manuel Rodríguez, quien conserva con mimo la construcción heredada y la acequia que conduce hacia esta las cristalinas aguas del río recién nacido. Luego están, algo más alejados del pueblo y ya en el lado oriental de la carretera GU-127 a Medinaceli, los molinos del Tío Marcos y el de Paulino, ambos arruinados, aunque el primero mantiene su magnífico caz camuflado entre los frondosos árboles de ribera. Algo más adelante se encuentran los restos de otro molino (¿o batán?) conocido en el lugar como la “Casa Esbaratada” y finalmente, ya junto al camino de la ermita de Ntra. Sra. de Quintanares, la edificación hoy cerrada de un último molino, el conocido como de la Torre.
Sigüenza. Molino del Charpa.
Continuando el cauce del Henares aguas abajo, el siguiente molino existente a orillas de este se halla en la zona inferior de la población de Alcuneza, que es bien conocido por albergar el conjunto de restaurante y hotel llamado justamente “El Molino”, y que regentan los hermanos Moreno. Fue precisamente el padre de Blanca y Samuel Moreno quien acometió la rehabilitación de la enorme edificación bajomedieval (200 m2 de superficie, la mayor de todos los molinos de la zona). Samuel, además de ofrecer sus creaciones culinarias que le han hecho acreedor de una estrella Michelin, muestra con idéntico orgullo la maquinaria histórica del molino, recuperada gracias al tesón de su familia, y perfectamente operativa (de hecho el molino estuvo funcionando hasta los años ‘70 del siglo pasado). Blanca nos ha aportado a su vez un interesante documento histórico consistente en un contrato de arrendamiento del molino de Alcuneça fechado el 26 de febrero de 1569, mediante el cual el Cabildo catedralicio cede el molino reparado a un vecino del lugar, por un período de seis años y por una renta anual de veintiséis fanegas de trigo. (Archivo Capitular de la Catedral, transcripción de D. Felipe G. Peces.).
En la localidad de Alboreca, cerca de Alcuneza, el Diccionario de Pascual Madoz situaba otro molino y un batán movidos por dos cursos fluviales tributarios del Henares. El batán desapareció hace tiempo; en cambio, el molino pervive, aunque conserva solamente sus muros exteriores y su interior está siendo sometido a una actuación gravemente perturbadora de su tipología original. Este molino se halla junto a la carretera GU-128 a Olmedillas, en un paraje arbolado de gran belleza. Volviendo otra vez al río Henares, y continuando el recorrido de su cauce en dirección a la Villa, el primer molino del término seguntino que aparece en esta dirección se encuentra cerca de las tapias de la Finca del Obispo –concretamente al S-O de estas-, y entre la carretera y el río. Este conjunto molinero ofrece un relativo buen estado aunque ya no tenga funciones de molienda; tras la edificación principal discurre el antiguo caz procedente de la citada finca, aunque sin agua, y se conservan el aliviadero y sus compuertas. Un amplio camino flanqueado por una majestuosa alameda conduce al acceso de las instalaciones.
Según informa Diego Moreno -perspicaz conocedor del medio natural seguntino así como de los sistemas de producción tradicionales asociados al mismo- en este entorno existieron además otros dos molinos en tiempos del obispo Díaz de la Guerra, hoy desparecidos: el del Rosillo y el de Carrascosa. Indica así mismo nuestro amigo que la referida acequia que nacía en la Finca del Obispo –hoy ya entubada y desaparecida en buena medida-, era conocida como el “canal de los Molinos”; discurría paralelamente al cauce del río hasta llegar a La Rosaleda, en las inmediaciones ya de La Isla. Allí se localizaba el último molino previo al lugar de encuentro del río y de sus diversos canales con el caserío de la ciudad y las huertas aledañas. Anteriormente el canal servía así mismo para dar servicio a un equipamiento emblemático: los dos lavaderos, el Abierto (ya desaparecido) y el Cerrado (techado, aún existente).
Dejaremos para una segunda ocasión la reseña acerca de los molinos y batanes situados en las inmediaciones del casco urbano debido a su entidad y su singularidad; igualmente retomaremos en ese otro momento la reseña de los molinos y batanes asentados en las cuencas de los otros ríos del alfoz seguntino: el río Salado y el río Dulce.
Moratilla. Molino de la Hoz.
Dejamos por lo tanto atrás Sigüenza por el momento para retomar el curso del río en dirección a Moratilla de Henares, lugar donde Madoz anotaba la existencia en 1850 de dos molinos harineros y tres batanes. Se trataría de los molinos conocidos como el de la Hoz y el de Jimena (ya documentados en el siglo XVII). El primero se halla a la entrada de la población, después de atravesar el viaducto de la línea del ferrocarril Madrid-Barcelona. El edificio principal, rehabilitado, conserva en buen estado su envolvente así como el aliviadero con sus compuertas. Particularmente espectacular es su formidable alberca de forma sinuosa que, confinada entre la ondulada pared rocosa de la montaña y su serpenteante azud, contiene las aguas a lo largo de muchas decenas de metros, y a una cota muy superior a la del lecho del río. En cuanto al molino de Jimena, se halla en dirección opuesta respecto de la población y bastante alejado de la misma, localizándose en un paraje de lo más accidentado y abrupto. Se conserva la edificación principal reutilizada como vivienda, y se puede apreciar todavía el vano de la gran alberca, confinada también entre la roca viva y el viejo azud. Tras este molino el Henares, nuestro río que nos lleva, continúa infatigable su curso, camino de su encuentro con el Tajo.