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Bajaba el pasacalles por las Travesañas anunciando nuevas de igualdad, justicia, libertad y diversidad para este mundo. Tras el paso de la compaña quedaba una mujer visiblemente perpleja. La saludé, y me preguntó que qué pasaba. Le expliqué que con motivo del Día de la Mujer una manifestación recorría las calles reclamando, entre otras cosas, igualdad entre mujeres y hombres… “Ah!…, es que como aquí nunca ocurren esas cosas...” Me ofrecí a acompañarla hasta la pequeña placita donde la comitiva había parado para entonar cánticos liberadores… “No gracias, hijo”, me dijo, “pues apenas puedo ver, y podría tropezar y caerme...” Seguimos hablando un poco más, y supe que, aunque no lo aparentaba, tenía 93 años; y también que le gustaba la idea de reivindicar a las mujeres, a pesar de que por aquí esas cosas no se estilen.

El programa del día iba cargadito, y había para todos los gustos. El Centro de la Mujer había organizado una misa, la proyección de un documental, un campeonato de bolos, una comida en el Parador, una “rondalla para niños y niñas” (sic) por las Travesañas y una sesión de zarzuela. Fuera de programa se había anunciado una concentración a las 12.30 h en la Plaza Mayor en apoyo de la huelga convocada para esa jornada. Así que había donde elegir…

La concentración de la mañana reunió a más de un centenar de personas, quienes expresaron públicamente desde la libertad y el respeto sus opiniones, ideas, inquietudes o reivindicaciones relacionadas con los objetivos de la jornada. Allí estaban las alumnas de secundaria reclamando igualdad y respeto en el trato con sus compañeros; profesoras y profesores abogando por una educación no sexista, vecinas y vecinos de toda la comarca aportando su granito de sentido común a la causa feminista. Algunas hablaban desde posturas anticapitalistas, a las que se suele considerar radicales -y con razón porque, efectivamente,  ahondan en las raíces de los problemas-; otras desde el dolor o la angustia que provocan las actitudes machistas; y aún desde el cristianismo poniendo a Jesucristo como figura conciliadora. No hay que olvidar que esta vez la Iglesia Católica se apuntó a la reivindicación feminista. El cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, dijo que comprendía el motivo de esta huelga para denunciar desde la brecha salarial hasta la precariedad laboral de las mujeres, y que incluso la Virgen María haría huelga para “defender sus derechos” Osoro afirmó, asimismo, que el Papa Francisco exhorta a los obispos de todo el mundo a defender la dignidad de las mujeres.

La rondalla vespertina devino en solidaria manifestación festiva y reivindicativa, en la que mujeres y hombres, niñas y niños, iban de la mano unidos por el objetivo de la igualdad y la sensatez, de las que andamos bastante en precario en estos tiempos que corren. Partiendo de la explanada del Parador recorrimos las Travesañas entre canciones y pancartas reivindicativas hasta desembocar en la Plaza Mayor, donde se volvieron a entonar cánticos solidarios reclamando justicia e igualdad arropados por la libertad que es intrínseca a la Plaza Pública.

Al menos 177 países se habían sumado a la convocatoria de huelga del 8 de marzo. Millones de mujeres -también de hombres acompañantes- exigieron y anunciaron por doquier el cambio inexorable hacia un mundo en el que la justicia social, la igualdad, la solidaridad, la diversidad y el equilibrio imperen sobre la sumisión, la desigualdad, la esclavitud, la segregación, el racismo, la exclusión, el abuso de poder y el miedo. Este es el camino que plantea el feminismo; y nada puede seguir igual tras el 8 de Marzo de 2018, día en que las mujeres presentaron sus credenciales para liderar un futuro que ya es casi presente.