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El día 22 de mayo se cumplen 476 años del fallecimiento en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial de fray José de Sigüenza, monje jerónimo de una calidad intelectual sorprendente. Dentro de su amplia obra sobre la Historia de la Orden de San Jerónimo hay un capítulo sobre el coste de una obra tan impresionante como el Monasterio de El Escorial, que me llamó mucho la atención. Fray José de Sigüenza dedica el Discurso XXI de la Tercera Parte de la Historia al “dinero que se ha gastado en esta fábrica…y las tasaciones de las más principales cosas de ella”. Se nota cierto disgusto en la redacción de este texto, debido a las críticas que en la época se realizaron por la construcción de tan magno edificio lleno de obras de arte como nunca se habían visto en España.

Lo primero que hay que decir es que fray José de Sigüenza fue un “gran limosnero, era muy caritativo y de entrañas muy tiernas para con los pobres y necesitados, hacía muchas limosnas, y las más dellas muy secretas”, así lo relata fray Bartolomé de Santiago. Efectivamente, a su muerte, fue muchísimo el duelo entre los pobres y más necesitados habitantes de El Escorial y poblaciones cercanas, también fue muy generoso con padres y madres de religiosos a quienes mantenía en su pobreza. Era costumbre en el Monasterio de El Escorial dar un dinero al monje que predicaba el sermón, cosa no del agrado de fray José, aunque era obligado aceptarlo para no desairar a reyes y cortesanos, fray José predicó muchísimos sermones, además, a su celda, acudían a pedir consejo, orientación y confesión muchísimas personas de buena renta y, como de bien nacidos es ser agradecidos, dejarían sus limosnas al fraile. Todo ello, como nos relatan sus contemporáneos, iba a parar a manos de los más necesitados.

Las críticas a la construcción del Monasterio son las mismas que podemos escuchar hoy en día, por parte de algunos, ante los grandes monumentos de nuestra Patria: ¿No es mejor haber destinado todo el dinero de su construcción y obras de arte que atesora a repartirlo entre el pueblo? La respuesta de fray José no deja lugar a dudas, veamos un extracto de su discurso:

Este discurso y relación creo es el más deseado de cuantos hemos escrito. La primera cosa que en llegando preguntan los hombres de cortos marcos es cuánto habrá costado esta casa y lo que hay en ella...

Fray José al redactar este texto tenía delante todos los libros y cuentas con las entradas y salidas del coste de la obra, incluyendo las obras de arte y decoración, por lo alto, calcula en seis millones de ducados el total.

Pues repartamos estos seis millones (sean seis y abundemos en la imaginación de muchos) en treinta y ocho años que duró esta insigne fábrica, honra de los Reyes de España, y con que salió toda nuestra nación de infinitas rustiqueces, viene a caberle a cada año ciento sesenta mil ducados…cuán poca razón y apariencia lleva decir que sacar cada año ciento sesenta mil ducados tiene pobre a España y empeñado el reino…Mas yo quiero preguntar ahora a mis españoles: si es tan rica esta provincia de Castilla y Andalucía que solas ellas osan ofrecer a Su Majestad en seis años dieciocho millones, sólo con echar una azumbre de sisa en cada cántara de vino y una libra de aceite en cada arroba, ¿cómo es posible que tan pequeña cantidad cómo ciento sesenta mil ducados cada año, en treinta y ocho años, los hayan sentido tanto y puesto en tan estrecha necesidad como dicen?…

Si este pío Monarca, desde que comenzó esta fábrica hasta que le dio fin, llamara a la puerta de su palacio cada día cuatro mil pobres, gente honrada, y les diera dos reales de limosna para que se sustentaran, siquiera honestamente, aunque se pasearan por Madrid, ¿no dijeran que era esta una obra heroica y nunca oída? ¿No le besaran la ropa por santo? Pues esto mismo ha hecho con mejor orden, con más prudencia y de mayores provechos; porque con aquella primera limosna no hiciera más de sustentar gente ociosa, holgazana, criar carnes y vicios, y con esta se ha hecho un efecto tan admirable, tan hermoso y de tan buenos usos, frutos y fines; hanse criado en España tantos y tan buenos artífices, arquitectos, trazadores, canteros, carpinteros, ensambladores, albañiles, pintores, bordadores y otras cien artes y oficios e ingenios, que se saben y ejercitan con tanto primor en ella como en todo el mundo, por el uso y maestría que aquí ha habido de ellos, y todo con la limosna que el Rey hizo estos treinta y ocho años. Y lo que es de mayor consideración, que no sólo se quedan aquí las obras, los ingenios y los modelos vivos; más aún: se queda la misma limosna viva. Aquella primera que se hizo a gente ociosa, en acabando se muriera; esta comenzó cuando se hizo, dura ahora y vivirá mil siglos, que ciento cuarenta religiosos que aquí se mantendrán en tan santa vida, perpetuos capellanes de los Reyes y del mundo, cuarenta niños que se crían en tanta santidad, hijos son de españoles, que aquí o en otra parte habían de vivir y comer, y esto para todos es; tantos oficiales y mozos de servicio bien ocupados, españoles son, y en ellos vive la limosna y la renta, pues en ellos o en otros como ellos se había de gastar aquí o en otra parte.

Mas no tratemos sino de aquel dinero de la fábrica que ya pasó, y de aquellos cinco millones y medio (sean seis en buena hora, de verdad que no lo son) pregunto: ¿qué se hicieron? ¿Consumiéronse entre estas piedras? ¿Están metidos en estas paredes? ¿Resolviéronse en humo o lleváronselos fuera de España? No, que el oficial de Toledo llevó su parte, y allí mantiene su casa y sus hijos con ello; el de Madrid, el de Segovia y el de Ávila, lo mismo; y el labrador de Galapagar, el de Robledo, el de Valdemorillo, porque picaba una piedra, traía unos cantos, hacía unos ladrillos, cavaba un terreno, se lo llevaron; y de esta suerte quedó esparcido y aprovechado lo que, estando junto y en poder del Rey, o no servía de nada o saliera fuera de España y nos dejara pobres, y nos hiciera guerra, como la otra inmensidad de oro y plata que ha salido… No pretendo verdaderamente hacer apologéticos ni defensiones para esta casa ni su fundador, sino desarraigar la ignorancia de la gente que está engañada, mal persuadida o menos considerada; ni tampoco pienso ablandar los ánimos de los envidiosos o malintencionados, porque sé cuán mal se curan estas dolencias, sino sólo decir lo que la verdad y la razón de esta historia pide, y porque si hubiere algún Eróstrato tan malo que por ganar nombre con destruir este templo, no de la vana Diana de Éfeso, sino del glorioso mártir San Lorenzo de España, quede memoria de lo que ha sido”.

Una edición facsimil de la Historia del Monasterio del Escorial de Fray José de Sigüenza.

No se puede explicar mejor ni más claro la prosperidad que a lo largo de los siglos han generado estos grandes monumentos de los que hoy nos sentimos tan orgullosos, ¡cuántos talentos salieron de ellos!, ¡cuántas familias salieron de la pobreza!, ¡cuántos jóvenes aprendieron un oficio que luego desarrollaron en sus lugares de origen!, lo mejor para salir de la pobreza es enseñar a crear riqueza.