Pedro A. Olea Álvarez

Se trata de Enrique Llamas Martínez, de la Orden de los Carmelitas Descalzos. Este reconocido autor escribió un importante volumen sobre el teólogo Bartolomé de Torres, discípulo de Francisco de Vitoria en Salamanca y enfrentado a Melchor Cano a causa de los Ejercicios de San Ignacio que Torres defendía de los ataques de Cano, lucha que convenció a Torres de la conveniencia de abandonar su cátedra en Salamanca para venirse a Sigüenza, su cabildo y su universidad.

Ya con motivo del centenario de Cervantes tuve ocasión de hacer notar lo malo de la profesión del crítico literario —y en general de muchísimos críticos— que suelen copiarse unos a otros sin estudiar la cuestión e hice notar como la alusión de Cervantes al estudio del párroco —que por otra parte hizo un análisis muy bueno de los libros quijotescos— en la universidad de Sigüenza se debía un análisis poco concienzudo de la cuestión copiando unos de otros y dándolo por sentado.

Dice Llamas que el espíritu de la universidad seguntina tenía mayor parecido con el de Alcalá que con el de Salamanca, algo lógico —digo yo— pues Cisneros al fundar su universidad había tenido presente la anterior fundación de la nuestra y la novedad que había representado en el ámbito europeo, o sea hacer pasar a segundo rango el derecho para dar prioridad a la teología. La universidad seguntina era un ejemplo y un modelo de sano eclecticismo, según Llamas, y “tampoco era escenario de ruidosas controversias, ni se ejercía allí una oligarquía en el mundo teológico de entonces. Era uno de los centros teológicos más democráticos de la época, tanto por su forma de gobierno, como por los sujetos que ostentaban el poder, como por el clima que se respiraba dentro y fuera de las aulas”. Y eso se debía al obligado binomio universidad-cabildo que impedía una autoridad monolítica que se apoderara de la universidad.

En cuanto al ambiente teológico, Sigüenza seguía más la “corriente de las tres vías que la línea uniforme, simple e intransigente del tomismo puro” y sigue: Por “eso dio muestras de una mayor comprensión y de una adaptación más sabia al signo de los tiempos que otros centros teológicos nacidos de aquella década” como el colegio de Santo Tomás de Sevilla, tuvo un aspecto de retroceso en la renovación teológica de España.

Y —añado yo— en Sigüenza no reinó el tomismo puro, sino que se respetó también el nominalismo y el escotismo, y los catedráticos de entonces, Torres y Vellosillo, señala Llamas, “supieron conectar con el signo de los tiempos, abriéndose a las corrientes teológicas de la época con equilibrio y mesura dando así una alto ejemplo de comprensión y contribuyendo de forma eficiente a la renovación de nuestra teología”. 

Y acabo con este desafío del ilustre carmelita al estudiar la figura de tan ilustre teólogo y obispo como fue Bartolomé de Torres: “Queda aún por medir y sopesar la aportación hecha a la ciencia teológica española por catedráticos de Sigüenza y por alumnos salidos de sus aulas. ¿Emprenderá alguien este trabajo?...”

Como digo es todo fruto del trabajo del p. Llamas. Y que conste en los siglos XVI y XVII el rango de las universidades era: Salamanca, Alcalá, Sigüenza.