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san petronio

Asusta pensar el calado de las ideas que flotan entre las imponentes columnas de la Basílica de San Petronio. Ya antes de su construcción, multitud de estudiantes recorrían las calles de Bolonia –La Docta, ciudad cultural desde la época romana– y los pasillos de su vetusta universidad, en funcionamiento desde 1088. Dante escribía visiones infernales y Petrarca, versos enardecidos de amor. En ese ambiente de progreso del conocimiento, nuestro Nebrija buscó la sistematización de la lengua, Pico della Mirandola aspiró a una globalización del pensamiento basada en el derecho a la discrepancia y Copérnico preparó el terreno a la ciencia moderna plantando cara al geocentrismo imperante con sus “revoluciones de los orbes celestes”. Allí Marconi inventó la radio, se han sentado las bases del actual Espacio Europeo de Educación Superior, el “plan Bolonia”, y se profundiza en la filosofía del lenguaje –el ser humano como creador e intercambiador de signos (Umberto Eco).

En 1655, otra mente privilegiada, la de Giandoménico Cassini, vio en las impresionantes dimensiones de la catedral1 la posibilidad de construir el instrumento astronómico más preciso de la época –un heliómetro lo llamó él. Con un simple agujerito por el que pasa la luz solar (foro gnomónico), perforado en un muro a 27 metros de altura, podría seguir las variaciones en la posición del Sol de mediodía a lo largo del año con una precisión no alcanzada hasta entonces. Costó encontrar la ubicación adecuada del agujero para que los rayos no toparan con ninguna columna ningún mediodía del año porque el eje de la iglesia está desviado respecto de la línea norte-sur2. Un mediodía tras otro, la imagen del Sol en el suelo de la basílica –una elipse de tamaño variable cercano al de una pelota de baloncesto– va avanzando respecto a la del día anterior, trazando a lo largo del año la llamada línea meridiana. Desde el día de máxima elevación del sol (hacia el 21 de junio), que en Bolonia ronda los 68º, hasta el de mínima, se la ve recorrer más de sesenta metros para después retroceder hasta el punto de partida 365,2422 días después.

spetronio meridiana tn

Hablamos constantemente de los años: cumplir años, año nuevo, año fiscal, annus horribilis. Pero, ¿qué es exactamente un año? Los astrónomos usamos varias definiciones dependiendo del ciclo que se repita: el paso aparente del Sol por la misma constelación de fondo (año sidéreo), el paso de la Tierra por el punto de su órbita más cercano al sol (año anomalístico), el paso por el mismo solsticio o equinoccio (año trópico). De todos ellos, el más natural a la experiencia humana es el año trópico, aquél en el que se repiten las estaciones, íntimamente relacionadas con la inclinación del eje terrestre con respecto a la línea Sol-Tierra (y no con la distancia entre ambos). Este año es ligeramente más corto que el año sidéreo (de 365,2564 días), que toma como referencia las estrellas de fondo, debido a que el eje de la Tierra no es perfectamente fijo con respecto a éstas.

Por tanto, lo que midió Cassini es la duración del año trópico, con lo que pudo verificar la exactitud del calendario gregoriano3 que llevaba en vigor en la Europa católica desde 1582. La precisión de sus medidas permitió comprobar que la Tierra se mueve más despacio en los tramos de su órbita más alejados del Sol tal y como se esperaba de las órbitas elípticas introducidas por Kepler, lo que daba el espaldarazo definitivo a un heliocentrismo que, aunque Galileo había mostrado claramente, muchos aún se resistían a aceptar. Es difícil resaltar suficientemente las consecuencias que este cambio de paradigma filosófico ha tenido sobre la evolución posterior de la humanidad.

Ahora que llegamos, el 5 de julio, al punto más alejado de nuestra órbita alrededor del Sol, cinco millones de km, o un 3%, más lejos que en enero, y que surcamos el espacio un 6% más despacio a “tan sólo” 103500 km/h, merece la pena detenerse un instante y trasladarse mentalmente a San Petronio. En la misma basílica en que fue coronado Carlos V emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, el emperador solar acude puntualmente a su cita diaria para cruzar al mezzogiorno la meridiana de bronce en una escena que sigue sobrecogiendo a turistas de todo el mundo4. Si pudiera ponerle banda sonora, pediría que sonara en el órgano de la catedral –el más antiguo del mundo– el Plaudite Mortales de Giacomo Antonio Perti, maestro di cappella de San Petronio y contemporáneo de aquél pequeño david que, armado con la alta tecnología espacial de un simple agujero del tamaño de un pulgar, se atrevió a escrutar los secretos más sutiles del goliath solar. Aplaudid a Cassini, mortales.

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1) 132 metros de largo, 60 de ancho y 45 de alto. La quinta más grande del mundo. El papa intervino para que no fuera más grande que San Pedro.
2) Es mediodía cuando la sombra del sol es más corta: entonces señala exactamente la dirección norte-sur.
3) Calculado por los Padres Danti y Clavius en tiempos del papa Gregorio XIII, que por cierto era boloñés.
4) Vídeo y audio en internet: buscar “meridiana san petronio bolonia” y “plaudite mortales perti”.