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Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, o lo que es lo mismo, aprovechando el Campeonato Mundial de la nueva religión nacida el siglo XX los inefables medios de comunicación que gozamos nos introducen en el más profundo estudio de la gran nación ex soviética, desde estas páginas nos apuntamos al citado bombardeo y les presentamos esta interesante y sólida ópera prima del escritor sueco Martin Österdahl.

En realidad, poco o nada sabemos de este caballero, tan sólo que se le descubre cierta influencia de su desaparecido paisano Stieg Larsson, autor de la famosa trilogía comenzada con Los hombre que no amaban a las mujeres, y que con esta novela da comienzo a una serie protagonizada por una tal Max Anger, una especie de ex agente a sueldo del gobierno sueco que presta sus servicios en Vektor, una compañía sueca con intereses en Rusia, y cuya novia de esa nacionalidad, conocida por Pashie, joven de buena familia y estimable look e interesada en ciertos secretos oficiales, desaparece en San Petersburgo en 1996, en plena era Yeltsin, cuando están a punto de celebrarse las elecciones a la presidencia de la nación. Al mismo tiempo se descubre una serie de intrusiones en las redes telefónicas de Estocolmo. Ataques que sin duda podrían poner en peligro la seguridad de Suecia. Nuestro héroe, Max, se desplaza hasta la antigua capital de los zares en busca de su amada. Durante la investigación, descubre suficientes indicios que apuntan a una misteriosa organización que pretende tomar el poder y restablecer el sistema soviético en su mejor variante Stalin. Y de paso, y para dar a conocer al mundo lo que les espera, iniciar un ataque contra Occidente. La desaparición de la chica sin duda está relacionada con algunos indicios en tal asunto. Por otra parte, el pasado del protagonista tiene ciertos puntos oscuros que surgen poco a poco en la investigación, ya que parecen estar relacionados con los temas que la desaparecida muchacha investigaba. La trama efectúa flash backs llevándonos a la Suecia de 1943, en plena guerra mundial, cuando comienza a ser evidente la victoria de los aliados, y ocurren una serie de acontecimientos que cuestionan la neutralidad del país nórdico durante aquel conflicto y que, más de cincuenta años después cobran una importancia inesperada.

El libro presenta una trama consistente y ágil, con personajes cuyo distinto pelaje está bien plantado en la escena; la narración utiliza un lenguaje sencillo pero cultivado y resuelve con solvencia los saltos en el tiempo. El resultado es una muy interesante novela de espionaje con reflejo de una sociedad que acaba de descubrir la libertad formal y anda en busca de su progresión y engranaje en el complicado universo político actual.

Veinte años después, parece que semejante búsqueda continúa por los mismos vericuetos. Insisto en lo poco que conocemos por estos pagos acerca del autor, tan sólo que nació en Estocolmo hace 44 años, que estudió ruso y economía y que trabajó durante veinte años en el mundo de la televisión como productor y director. Desde los años ochenta ha mostrado un profundo interés por Rusia y su cultura, interés que reflejan las páginas del libro por todos los ángulos, así como un verdadero afecto por sus gentes y su historia, elementos que desde luego proporcionan condición máxima a esta gran nación, por cierto prácticamente ignorada en nuestro país, excepto para hacer turismo, irse a ver un partido de fútbol o escuchar a Tchaikowski.