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Sabemos que a día de hoy hay dos Sigüenzas: la Sigüenza real y la Sigüenza virtual. Una Sigüenza que vive el día a día de una ciudad turística y centro comarcal; y otra Sigüenza que vive en la red, y que crece en diversas plataformas y páginas. El tema es interesante porque Sigüenza siempre ha tenido algo de ciudad inventada; pero nos toca dar antes cuenta de otras dos Sigüenzas.

El aficionado a la historia local se sumerge en las profundidades de los siglos, y tal como él se preguntó en su día, alguno se habrá preguntando qué es eso de la Sigüenza de arriba y la de abajo, allá a principios del siglo XII; esto por no entrar en la cuestión de la Sigüenza Vetus (o Villavieja), que sería retroceder muchos siglos. Es necesario, pues, recordar que hubo dos Sigüenzas, porque hay quien se imagina aquella Segoncia altomedieval como si fuera una población única. Pero, como bien me recuerda mi hermana Pilar, aconsejándome como Cronista Oficial, donde hay documentos ya no hay lugar para ciertas hipótesis. Y eso afirman con rotundidad los escasos documentos: había una Segontia inferior y una Segontia superior. Dicho esto, ¿puede precisarse esta realidad dual un poco más?

Leyendo con atención las transcripciones del latín de los pergaminos de entonces, puede afirmarse lo siguiente: cuando se produce la “reconquista” o reposición de la sede seguntina, hay dos núcleos de población.

Uno abajo, junto al Henares, que los documentos llaman Santa María Seguntina, y era la verdadera sede episcopal, y fue lo que en 1124 don Bernardo encontró prácticamente destruido hasta los cimientos. Allí se estableció con sus canónigos (regulares: monjes) y recibió todo tipo de donaciones reales para que reconstruyese su sede, incluyendo pobladores: un ciento de familias, además de las pocas que allí hubiera. Y el fuero de Medina para su gobierno.

Esta Sigüenza de abajo formaba un burgo alrededor de la iglesia de Santa María, la primitiva “catedral” de Sigüenza, que se alzaría donde hoy se erige Santa María de los Huertos.

El otro núcleo es la Segontia de Suso (de sursum; Minguella, I, 370), la Sigüenza de arriba, que no está destruida, pues estaba poblada, dado que el rey Alfonso VII concedió que 10 pobladores pudieran bajar a poblar la Sigüenza de abajo, entre otras familias de Medina y de otras partes. Esta Segoncia de Suso, que crecerá en los siglos siguientes, se identifica en otro documento con el propio castillo, es decir, estaría integrada por la alcazaba mora y un extenso arrabal anejo. Esa población estaría integrada por moros, judíos y mozárabes, pues en aquellos tiempos (y dicho sea sin ingenuidades en estos tiempos de yihad) hay que entender la reconquista de una población como un cambio de señor. Es esta Segontia superior la que está saliendo ahora a la luz en las excavaciones de la iglesia de Santiago, excavaciones que sin duda reescribirán con mayor firmeza la historia de esos siglos.

Volviendo a las dos Sigüenzas, el 7 de mayo de 1146 el rey Alfonso VII el Emperador dispone lo siguiente (Minguella, I, 380):

1) Dar el castillo a don Bernardo y sus canónigos a cambio de ciertas villas: hago un intercambio con Don Bernardo, obispo seguntino, y dono a él y a su iglesia, por heredad, la Segontia superior con su castillo y con todas sus pertenencias.

2) Unificar las dos Sigüenzas en una: mando y quiero que la Segoncia superior y la inferior sean una sola villa y un solo concejo, y tengan un único juez y un solo sayón [alguacil y verdugo]. (…) Y los que allí son y serán pobladores, ningún señor tengan sino el obispo seguntino, y a nadie sino a él y a su iglesia sirvan por obligación.

Don Bernardo de Agén, que rigió la diócesis durante veinte años, reconstruyó la iglesia de Santa María, puso allí un convento de monjes y rodeó lo reedificado con doble muro y torres (Minguella I, 375). Levantó muros porque todavía era posible un ataque almorávide: la frontera con los reinos moros estaba poco más allá de la actual Aragosa, y de manera oficial en el río Tajo: reteniendo todavía los sarracenos, castigando nuestros pecados, toda la tierra más allá del Tajo, dice el propio don Bernardo.

Doscientos años después, en 1322, hay un documento, ya en castellano antiguo, que recoge la orden de derribar una de estas torres: Nos, don Simón [de Cisneros], por la gracia de Dios obispo de Sigüenza, y nos, el Deán y el Cabildo de la iglesia de Sigüenza, viendo los males y las guerras que son ahora, mal pecado, en todo el reino de Castilla, y señaladamente en el obispado de Sigüenza. Otrosí [además], viendo en cómo de cada día se toman las fortalezas y los castillos, y recelando el mal y el daño que podría venir a nos y a la iglesia y a la ciudad de Sigüenza de la torre que está en la iglesia de Santa María la vieja, entre los huertos, que es de piedra y de argamasa, si se tomase o se perdiese, por ello nos, don Simón y el Deán y el Cabildo sobredichos, ordenamos y mandamos y tenemos por bien que se derribe; y nos, el Deán y el Cabildo sobredichos pedimos merced al dicho señor [don Simón de Cisneros] que la mande derribar hasta la última vuelta [hilada] de la dicha torre, etc. (Minguella, II, 460).

Antes de llegar a estos tiempos bajomedievales, una nueva catedral había comenzado a ser erigida a media altura de la lastra seguntina, dejando el castillo arriba y Santa María antiquísima abajo. Una catedral fundada sobre las reliquias de una mártir, Santa Librada, traídas desde Aquitania por ese “colosal” obispo, en palabras de fray Toribio Minguella, que fue don Bernardo de Agén.

(Una visión del desarrollo urbanístico de Sigüenza en el siglo XII puede leerse en el artículo de Pilar Martínez Taboada del número 7 de los Anales Seguntinos).

José María Martínez Taboada

Fundación Martínez Gómez-Gordo